La gijonesa acusada de asesinar a su bebé de 53 puñaladas y arrojarlo al contendedor en agosto de 2019, en el barrio gijonés de Nuevo Roces donde residía, ha pedido este jueves «perdón».
«No tendré vida suficiente para arrepentirme», ha señalado en la cuarta sesión del juicio con jurado popular celebrado en la Sección Octava de la Audiencia Provincial de Asturias con sede en Gijón, en la que los forenses han confirmado que actuó conscientemente.
«Perdón a mi familia porque le he arruinado la vida y a la de Daniel, que siempre me trató muy bien», ha apuntado la procesada, que ya había confesado los hechos en la primera sesión del juicio
Los peritos forenses que examinaron a la acusada han indicado que ella tenía un trastorno de la personalidad pero que no le impedía ser consciente de lo que hacía. La hipótesis más realista de por qué lo hizo es que la procesado tomó decisiones de «huida hacia adelante» hasta que acabó con la vida del bebé.
A este respecto, ha señalado que, lo que ella les manifestó, es que tenía reglas irregulares, por lo que no se enteró de que estaba embarazada hasta el cuarto o quinto mes y no podía ya practicarse un aborto.
Han apuntado, asimismo, que tiene signos de tener trastorno antisocial de la personalidad. Quien lo padece son personas mentirosas, con incapacidad para culpa o remordimiento y reacciones afectivas, pero no tiene pérdida de conexión con la realidad, según los forenses.
«Son personas racionales y conscientes de lo que hacen y por qué lo hacen». En el caso de la acusada, su conducta es fruto de una elección «vilmente realizada», ha indicado.
Por otro lado, las perito forense autoras del informe de la autopsia y de la acusada han confirmado que el bebé presentaba heridas con la punta y otras cortantes de un cuchillo. La hora de la muerte la han cifrado entre las 14.00 o 15.00 horas del 1 de agosto y la causa una «pérdida masiva de sangre por las múltiples heridas».
Han sostenido que fue una muerte «violenta» en un bebé «a término» y que nació con vida, al quedar demostrado que respiró al nacer.
CONSCIENTE DE LO QUE HIZO
Sobre la acusada, han indicado que no ven indicios de que tenga ninguna enfermedad mental. Sí que la consideran una persona de la que se aprecia «frialdad». «Era consciente de lo que hacía y tenía la voluntad de llevarlo a cabo», han apuntado, al tiempo que han recalcado que no da señales de arrepentimiento.
En cuanto a que la procesada pueda parecer un trastorno asocial de la personalidad, han dejado claro que no es que esté enferma, sino que tiene una forma de ser «anómala».
En el juicio ha declarado también el hombre que encontró al bebé en el contenedor, quien inicialmente pensó que era un muñeco. «No me asusté, he vivido cosas peores», ha reconocido. «Sentí vergüenza de pertenecer a la especia humana, porque eso no lo hacen ni los animales», ha reflexionado.
Ha explicado, asimismo, que él solía salir a rebuscar entre los contenedores del barrio de Nuevo Roces, donde él residía y donde se encontró el bebé, algo que no ha vuelto a hacer.
Ha apuntado, además, que tras percatarse de que se trataba de un bebé, y al no tener teléfono, paró a una pareja que pasaba por el lugar. Según él, les dijo que quería llamar al Samu porque había encontrad a un bebé.
Al principio el chico no se lo creía y fue a mirar al contenedor. Por indicación del Samu, el chico le puso una chaqueta encima al bebé.
En respuesta a la defensa, ha indicado que Emulsa hacía una recogida sobre las 17.00 o las 18.00 horas, pero aquel día fue distinto, el contenedor estaba lleno de basura.
Asimismo, dos de los agentes de la Policía Científica han testificado por videoconferencia que analizaron hasta 48 pruebas, como cuchillos, un trozo de colchón, toallas y otros objetos. Han confirmado, además, que la acusada y su entonces pareja sentimental eran los padres del recién nacido.
Han prestado testimonio también dos ginecólogas del HUCA para confirmar que la procesada no tenía ningún quiste, como había alegado para justificar el sangrado.
ACTO DE CRUELDAD
En sus conclusiones finales, la fiscal ha incidido en que se puede matar «exclusivamente por maldad», ha recalcado. «Es un hijo no deseado», ha señalado sobre este caso.
«Lo estuvo preparando todo», ha indicado sobre que la procesada estuvo mirando en Internet cómo dar a luz en casa. Ha llamado la atención sobre que el cuerpo del bebé presentaba 53 puñaladas y que junto a él, en el contenedor, se encontraron bolsas de basura, cuya numeración les llevó a la acusada, al coincidir una huella.
También se cotejó la huella entre las 25 mujeres en edad de procrear que vivían en la zona donde se halló el bebé. La mochila en la que apareció el bebé también fue clave, ya que se habían vendido muy pocas y el padre del bebé descubrió ‘a posteriori’ que le faltaba de casa la suya.
Otra prueba son las toallas de sangre encontradas en el contenedor, al margen ya de que ella confesó los hechos tanto en el momento de la detención como en el juicio, si bien en un momento del proceso trató de culpar a su pareja sentimental. Ha defendido, por todo ello, que se le aplique la pena de prisión permanente revisable.
De la acusada ha apuntado que es una persona «fría» y carente de sentimientos. Aún así, ha recalcado que no se puede decir que una persona antisocial sea un enfermo mental, ya que «sabe lo que hizo y quiso hacerlo». Ha enfatizado, además, que el bebé falleció desangrado. «La acusada fue cruel, actuó con conciencia y crueldad», ha insistido.
En el caso del letrado de la acusación particular, Ricardo González, que representa al padre del bebé, se ha remitido a las pruebas «incuestionables» vistas durante el proceso de que la acusada es culpable, tal como ella misma reconoció.
Para él, actuó de forma «premeditada, alevosa», a lo que ha añadido que fue una muerte «planificada» y que pretendió que quedara «impune», como lo demuestra, a su parecer, la actitud de ella en días posteriores en los que siguió su vida «con total normalidad».
Incluso, ha recalcado, que mató a su hijo sobre la cama, le dio la vuelta al colchón, y siguió durmiendo en él hasta que la detuvieron mes y medio después. Todo lo que hace ver que no hay arrepentimiento por parte de ella, según el abogado.
Ha incidido, además, en que el crimen pudo quedar impune si no encuentran al bebé. «Es un acto de maldad pura», ha sostenido. Ha reclamado para ella la prisión permanente revisable.
LÁGRIMAS DE COCODRILO
El letrado ha enfatizado que el entorno familiar era favorable y no había razón para hacer lo que hizo. Ha pedido incluso al jurado que, si la procesada hace uso de su última palabra, no la crean. «Son lágrimas de cocodrilo», ha adelantado, antes de que la procesada tuviera su turno para hablar.
Por parte del abogado de la defensa, Ricardo Menéndez, este ha modificado sus conclusiones finales ante la asunción de culpabilidad de su cliente, pero solicitando que se aplique la concurre atenuante de estado de obcecación.
Asimismo, ha indicado que sin entrar a discutir las pruebas que atribuyen a su clienta el asesinato, sí cree que al reconocer los hechos sí muestra arrepentimiento.
Ha incidido, no obstante, en que la acusada, si bien no tiene una enfermedad mental, tiene un trastorno antisocial de la personalidad que pudo influir en sus decisiones.
Asimismo, ha recalcado que su clienta ya se había sometido a un aborto con 19 años, por lo que sabía las opciones que tenía. Para él, por su personalidad, mantuvo una «actitud de engaño permanente» durante nueve meses». «No es un acto reflexivo», ha sostenido, por lo que cree que su responsabilidad en esta causa debería de ser atenuada.
El juicio continuará este viernes con la deliberación del jurado, que deberá declarar a la acusada culpable o no culpable y pronunciarse sobre posibles agravantes y atenuantes.