Una mayor adherencia a la dieta mediterránea podría reducir el riesgo de contagio de COVID-19 hasta en un 64 por ciento en las personas que mejor la siguen, según un estudio de la Universidad de Navarra realizado entre 9.677 participantes del Proyecto ‘SUN’ (Seguimiento Universidad de Navarra) y publicado en la revista ‘Clinical Nutrition’.
Los beneficios que una nutrición adecuada posee para el sistema inmunitario hacían esperar que la dieta mediterránea protegiera de la infección por el SARS-CoV-2; sin embargo, es la primera vez en el mundo que una investigación epidemiológica lo describe.
El investigador Rafael Pérez Araluce, graduado en Farmacia y Nutrición por la Universidad de Navarra, y la doctora Silvia Carlos, vicedecana de alumnos de la misma Facultad, también profesora en el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina, han sido los principales autores del trabajo, junto a investigadores del CIBEROBN, como el catedrático Miguel Ángel Martínez-González.
La doctora Carlos explica que, para realizar el estudio, se identificaron los participantes que tuviesen un diagnóstico médico de infección junto a resultados positivos en pruebas diagnósticas de COVID-19 desde febrero hasta diciembre de 2020. «Se excluyó a los profesionales de la salud, dada la alta exposición a la infección que, por desgracia, habían tenido. Si los hubiéramos incluido, los resultados se habrían distorsionado y no se podrían obtener recomendaciones de salud pública para el total de la población», señala.
ÍNDICE DE MEDICIÓN TRICHOPOULOU: MENOS CARNE, MÁS VERDURA Y ALCOHOL MODERADO
Los hábitos alimentarios de los participantes se evaluaron mediante una puntuación de 0 a 9 de adherencia a la dieta mediterránea, según el ‘score de Trichopoulou’, «un índice de nueve ítems establecido por la profesora de la Universidad de Atenas Antonia Trichopoulou, conocida como la madre de la dieta mediterránea», explica la doctora Carlos.
«El seguimiento de diez años a estos participantes del Proyecto SUN es lo que nos permitió hace unos meses analizar la hipótesis de si la adherencia a la dieta mediterránea podría proteger de la infección por SARS-CoV-2», explica. «Pudimos observar que los participantes con una adherencia intermedia (=4 y <7) tenían una probabilidad significativamente menor de desarrollar COVID-19 que aquellos con baja adherencia; por otra parte, quienes poseían una mayor adherencia (= 7) presentaban el menor riesgo, en comparación con aquellos participantes con 3 o menos puntos», afirma.
La adherencia a este patrón en el sistema desarrollado por Trichopoulou se mide según exista una mayor proporción de grasas monoinsaturadas (provenientes principalmente del aceite de oliva), frutas y frutos secos, verduras, legumbres, cereales y pescado; y una menor ingesta de carne y lácteos; así como un consumo moderado de alcohol.
La doctora Carlos atestigua que se trata de unos resultados importantes, «por cuestión de Salud Pública», ya que es la primera vez que se ve en un estudio prospectivo de esta envergadura que un patrón de alimentación saludable puede prevenir la COVID-19. Por ello, declara que «estas evidencias científicas deben llegar al mayor número de personas». «Si no, nuestra investigación no tiene sentido, porque trabajamos para intentar mejorar la vida de las personas», apunta. Estos resultados muestran, según la experta, que a nivel personal hay «un gran margen de mejora por delante, también en la pandemia».
«Se suele pensar que vivir en una zona mediterránea conlleva, casi por defecto, el seguimiento del patrón de alimentación que lleva su nombre, pero no siempre es así», expresa. «Es necesario que se repliquen investigaciones como esta, para aumentar el grado de evidencia e ir consiguiendo cambios en la salud de la población», concluye.