La trucha común autóctona ha desaparecido ya en la cuenca del río Cofio

Los colectivos AEMS Ríos con Vida, ARBA, la Asociación Ecologista del Jarama ‘El Soto’, Ecologistas en Acción, GRAMA y Jarama Vivo denuncian que según los datos de muestreos de la Consejería de Medio Ambiente, la trucha autóctona ha desaparecido de la cuenca del río Cofio.

Los muestreos de peces que la Consejería ha realizado en 2020 no han sido capaces de capturar ni un solo ejemplar de trucha común autóctona (Salmo trutta) en los ríos Cofio y su afluente Aceña.

Los muestreos de peces que la Consejería de Medio Ambiente ha realizado en 2020 no han sido capaces de capturar ni un solo ejemplar de trucha común autóctona (Salmo trutta) en los ríos Cofio y su afluente Aceña.

«La desaparición de esta especie, que tampoco se ha encontrado en otros tramos del Lozoya o en el Madarquillos, pone de manifiesto el mal estado y la creciente degradación de los tramos trucheros, en las cabeceras de los principales ríos de la Comunidad de Madrid. De este desastre para la biodiversidad es responsable una Consejería arcaica y ajena a las prioridades de conservación que desde hace tiempo se ponen en marcha en el resto de España. Los tramos donde sobreviven las últimas poblaciones de la trucha común autóctona de la Comunidad de Madrid se utilizan como ‘bañeras’ donde se arrojan periódicamente gran cantidad de truchas exóticas e invasoras (arco iris) competidoras que deterioran nuestras poblaciones de peces silvestres», critican en un comunicado.

El río Cofio discurre entre los límites de Ávila y Madrid, en la zona de Santa María de la Alameda. Era uno de los pocos ríos madrileños donde todavía sobrevivían truchas comunes, una especie muy sensible a las alteraciones y un importante indicador biológico de calidad medioambiental.

Especies como la trucha común, boga de río, barbo comizo, colmilleja o pardilla, están sufriendo un retroceso paralelo a la expansión de especies invasoras «y la degradación del medio causada por la alarmante disminución de caudales en los ríos, que está llegado a provocar incluso problemas sanitarios (caso de la «mosca negra» o riegos con aguas contaminadas)»argumentan estos colectivos.

Según explican, cursos como el Lozoya se quedan prácticamente secos en Rascafría por abusos en los aprovechamientos; los caudales y sus oscilaciones desde las presas responden tan sólo a las necesidades de gestión del Canal de Isabel II «convirtiendo a los ríos en canales sin corriente y sin vida».

Además, critican la suelta anual de miles de truchas arco iris (Onchorhyncus mykiss) en las cabeceras fluviales para mantener activos varios cotos de pesca intensiva. Este ha sido el caso de los ríos Cofio y Aceña.

La trucha arco iris está considerada por organismos internacionales como una de las 100 especies invasoras más peligrosas para la biodiversidad cuando se dispersa fuera de su hábitat natural y está declarada especie invasora en nuestro país.

«En cualquier comunidad, con mejor o peor fortuna, se aplican desde hace años medidas, planes, normativas y recursos dirigidos a conservar especies y hábitats acuáticos. Sin embargo, en la de Madrid desde hace décadas se mantienen las mismas medidas de pesca, caducas, ineficaces y dañinas: No hay planes de gestión; no existe ley de pesca propia (se aplica la de 1942)», atacan.

Los ecologistas indican que mientras en el resto de España los cotos de pesca intensiva se localizan lejos de los mejores hábitats trucheros, en la región madrileña «se sitúan precisamente en los tramos de cabecera donde sobreviven sus últimas poblaciones autóctonas de truchas; y la suelta de peces exóticos al medio natural se hace incluso sin un mínimo control sanitario».

En las zonas trucheras, una de cada tres especies de peces ya son exóticas, y en el conjunto de los ríos de la región estas ya suponen el 50%.

Frente a esta situación los colectivos los colectivos AEMS Ríos con Vida, ARBA, la Asociación Ecologista del Jarama ‘El Soto’, Ecologistas en Acción, GRAMA y Jarama Vivo demandan que la Comunidad de Madrid aplique criterios de conservación tal y que incluyan un aumento y renaturalización de los regímenes de caudales en los ríos; la reducción de captaciones y derivaciones de agua, especialmente en verano; poner fin a la suelta de peces exóticos, especialmente en las cabeceras fluviales; y planes de recuperación de las poblaciones ícticas en declive, entre otros.