La irrupción en masa de las nuevas tecnologías ha cambiado irremediablemente nuestras vidas. Las generaciones más jóvenes, los llamados nativos digitales, ya no conciben otra vía de comunicación fuera de ellas. Naturalmente, eso cambia su forma de comprender y de usar el lenguaje. Y ya hay lingüistas que estudian de qué forma se manifiestan estos cambios.
Una de las claves de esta controversia parece estar en el uso del punto final. Y es, según aventuran algunos estudiosos, este signo ortográfico es ya una herramienta obsoleta para las nuevas generaciones. No es simplemente que no lo utilicen en sus mensajes por descuido. Es que, aseguran los expertos, lo interpretan como un signo de enfado.
Estamos hablando de la conocida como Generación Z, la de los nacidos a finales del siglo pasado o en los primeros años de esto. La mensajería instantánea forma parte de sus vidas desde bien pequeños: primero Messenger y otros viejos programas, ahora WhatsApp, Instagram. Telegram…Acostumbrados a ese formato, ciertas normas y formalidades de la lengua se les antojan inútiles. Los signos de puntuación tienen muchas papeletas para desaparecer en los mensajes de estos jóvenes.
Polémica entre investigadores
Estas metamorfosis en los hábitos comunicativos apasionan a los lingüistas. ¿Qué diferencia hay entre cómo interpreta el lenguaje un adolescente de 15 años y un adulto de 40?, ¿la misma palabra significa lo mismo para los dos?, ¿cómo entienden los signos de puntuación?, ¿cuándo y cómo utilizan los distintos recursos que ofrece el lenguaje? Es este un amplísimo campo de estudio.
Lauren Fonteyn, profesora de la Universidad de Leyden, es una de las estudiosas que sigue de cerca estos temas. La investigadora tuiteó recientemente una de sus conclusiones al respecto: “Si envías un mensaje de texto sin punto y final, se da igualmente por hecho que tu mensaje ha concluido. Pero si añades ese punto final que señala el fin de la frase, los más jóvenes lo interpretarán como una entonación descendente o un tono negativo”.
Según recogen varios medios ingleses, hay una gran polémica abierta en el país a propósito de este tema. Los expertos están divididos. Unos creen que el punto y final se ha vuelto innecesario, y que un mensaje se da por terminado cuando se pulsa “enviar”. Sin embargo, otros lingüistas no lo tienen tan claro, y creen que todo depende del contexto.
Owen McArdle, lingüista de la Universidad de Cambridge, está en este último grupo. “No estoy de acuerdo en que el punto y final haya perdido su sentido en los correos electrónicos. Depende cómo de formales sean”.
En declaraciones a The Telegraph, el investigador explica: “En mi experiencia, los puntos finales son la excepción, y no la norma, en los mensajes escritos por gente joven. Además, creo que tienen un nuevo significado, y se entienden como un tono de voz abrupto o cabreado”.
Punto final o signo de exclamación
En 2015, la neoyorquina Universidad de Binghamton realizó un estudio que sustenta esta tesis. Según las conclusiones de esta investigación, las personas que utilizan puntos finales en sus mensajes son percibidas como deshonestas y poco de fiar.
La muestra de la investigación estaba formada por 126 estudiantes no graduados. Los investigadores descubrieron que los mensajes terminados con signos de puntuación eran interpretados como poco sinceros. ¿Ejemplos? “Lol.”, “let’s go to Nando’s.” o “send nudes.”
Pero no todos los signos de puntuación al final de la frase se entienden igual. No se interpretan del mismo modo, por ejemplo, el punto final y el signo de exclamación. En ese mismo estudio se dieron cuenta de que los mensajes terminados en exclamación eran interpretados por el receptor como más sinceros y profundos.
Celia Klin fue una de las lingüistas que lideró la investigación. “En el lenguaje oral, las personas obtenemos información emocional a través de la mirada, las expresiones faciales, el tono de voz, las pausas y ese tipo de cosas. Al escribir, obviamente, no podemos utilizar esos mecanismos. Entonces confiamos en las herramientas de las que disponemos en ese contexto: emoticonos, signos de puntuación, etcétera”.
La polémica está muy lejos de ser zanjada. En lo que se refiere a lenguaje, el usuario manda. Cada uno interpreta las palabras de su interlocutor como quiere o como puede. Lo que es indudable es que, en los últimos diez años, nuestros hábitos comunicativos han cambiado radicalmente.
Y, a buen seguro, seguirán haciéndolo. No se escribe igual una carta que un mensaje de WhatsApp. Aunque quizás aún sea pronto para saber qué derroteros tomará nuestra lengua en un mundo totalmente digitalizado.