Cambio de hora: por qué el horario de invierno es peor para nuestra salud

El próximo sábado por la noche retrasaremos el reloj y podremos dormir una hora más. O sea: a las tres de la madrugada del domingo serán las dos. ¿La finalidad? Supuestamente, ahorrar.

Sin embargo, no solo no está demostrado que haya una deducción en el gasto energético -y por ende, en el precio de la factura de la luz-, sino que existen otros inconvenientes relacionados con la salud que pueden afectarnos directamente, tal y como asegura el comparador de seguros de salud Acierto.com.

Lo cierto es que retrasar la hora afecta, para empezar, a nuestro reloj interno. Descansamos menos, confiando que esa hora de más de sábado a domingo la aprovecharemos mejor. Pero nada más lejos de la realidad: al producirse en fin de semana, muchos aprovechan para alargar la noche, ya sea en casa o fuera, y prolongan los efectos negativos del domingo.

Además, toda vez que nos metemos de lleno en este nuevo horario, comenzamos a notar drásticamente sus efectos en nuestro propio ánimo. Y es que, ir a trabajar cuando aún es de noche y volver a casa cuando se acaba de poner el sol, produce situaciones de estrés a muchas personas que apenas ven la luz del sol entre semana. Esto, a su vez, provoca una caída carencia notable de vitamina D, la que se produce gracias a la exposición moderada al sol. Esta insuficiencia puede influir en el dolor de huesos y diversas patologías óseas, como la osteoporosis.

Igualmente, y volviendo a la falta de sueño, aumentan notablemente las lesiones laborales y en el hogar, fruto de falta de concentración derivada, a su vez, del citado déficit en nuestro descanso. Se estima que podemos llegar a habituarnos al cambio en torno a 4 o 5 días desde su llegada. Sin duda es el aspecto que más hay que cuidar, tal y como apuntan los expertos, pues habría que darle mayor importancia a los buenos hábitos como dormir entre 7 y 8 horas, hacer deporte para mantenernos en forma y regular nuestra energía, así como llevar a cabo una dieta saludable y equilibrada alejada de los excesos.

Comer mejor para descansar mejor

Por fortuna, es posible paliar algunos de estos efectos haciendo algo tan sencillo como comer bien. De hecho, existen alimentos que nos ayudarán a combatir la somnolencia, el mal humor, etcétera. Sí, porque lo que nos llevamos a la boca influye en nuestra calidad de vida y de sueño. Y es que el ritmo circadiano también puede sincronizarse con la alimentación y la digestión, ya que es durante el día cuando el intestino se mantiene más activo. Tal es así, que los cambios horarios en la alimentación pueden ocasionar alteraciones en el ritmo normal intestinal y ocasionar problemas gastrointestinales.

Además, y según los expertos, el horario de las comidas es tanto o más importante que la cantidad que ingerimos para mantener el peso. Para empezar, deberíamos establecer unas pautas que evitaran que nuestro reloj biológico se alterase todavía más. En el caso de las comidas, lo ideal será adelantar la hora progresivamente los días anteriores al cambio (o a la inversa si lo hacemos después). Evitar las ingestas muy calóricas y abundantes antes de ir a dormir será otro punto que nos facilitará conciliar el sueño. Y para ayudarte, nada como el huevo, el queso o el pescado, que nos permitirán aportar triptófano, un aminoácido que hace que segreguemos melatonina, la hormona del sueño.

En cuanto al riesgo de hipertensión, también hay ingredientes para prevenirla. Por ejemplo, el ajo y la cebolla tienen efectos vasodilatadores, igual que la cayena. La canela también sirve para controlar el azúcar en sangre, la pera y el plátano son ricos en potasio, y el apio tiene efectos depurativos y diuréticos. También se recomienda tomar legumbres entre cuatro y cinco veces por semana.

Acudir a profesionales para seguir buenos hábitos

Llegados a este punto, cabe comentar que la visita al nutricionista y al endocrino resultará muy recomendable, especialmente si pertenecemos a un colectivo de riesgo o si, sencillamente, necesitamos más ayuda para poner en marcha los consejos comentados. Lo ideal, de hecho, es que dispongamos de una dieta personalizada acorde con nuestro consumo diario, actividad y características físicas.

Una buena póliza de salud también nos ayudará en el caso, por ejemplo, de la hipertensión; en cuyo desarrollo intervienen factores genéticos que podemos atajar con la ayuda de un especialista. La facilidad de acceso a pruebas específicas como electrocardiogramas o ecocardiografías también será clave. Otra ventaja de tener una póliza de esta clase es que podremos acceder a clínicas del sueño fácilmente para detectar si tras estas alteraciones y molestias del cambio horario se encuentra algo más grave como un trastorno del sueño que permanece en el tiempo.

Tampoco está de más acudir al psicólogo si valoramos que el cambio de horario puede producir el llamado trastorno afectivo emocional, un tipo de cuadro depresivo que se da por la variación de horas de luz durante el día.

Las cifras indican que durante los tres días posteriores al cambio de octubre -que nos deja con menos horas de luz- se incrementan el número de infartos de miocardio (aumenta hasta un 21% el riesgo de padecerlo), los accidentes cardiovasculares y los accidentes de coche (si no se cambiase la hora se evitarían hasta 171 muertes anuales), relacionados, a su vez, con la falta de sueño. Además, crece el riesgo de sufrir hipertensión y depresión.

En todo caso, es imprescindible comentar que no todos tenemos el mismo ritmo, y que la sincronización con el día y hábitos no son los únicos que lo marcan. Aquí estamos hablando del cronotipo, determinado, entre otros, por condicionantes genéticos. Y la edad cuenta: los jóvenes tienen un reloj mucho más fuerte y se recuperan antes. Dicho lo cual y a la espera de una decisión sobre este cambio, trataremos de adaptarnos lo mejor posible y de consultar al especialista en caso de necesitarlo.