ENTREVISTA | Jaime Araque, testimonio de entrega a los demás

Jaime Araque es psicólogo y cooperante internacional, un chico sencillo y humilde de Madrid con el corazón más grande que un ser humano puede portar. Es entrega, trabajo, esfuerzo, dediación y cariño, y todo ello lo entrega a los demás sin esperar regreso. Este es Jaime Araque, esta es su historia.

Pregunta: ¿Quién es Jaime Araque?

Respuesta: Pues desde que llegué a Pozuelo me vinculé con la Parroquia de mi zona, junto a ella me vinculé al Hogar Don Orione y también a la Asociación Juvenil El Patio. Viviendo la realidad de Pozuelo que es una realidad más ostentosa o facilitada para quien está en esa situación, el vincularme con El Patio me hizo darle un enfoque distinto al estilo de vida que yo podría empezar a tener aquí diferente.

Ese concepto de vida que yo quería seguir era el relacionado con darme a los demás, tener visión crítica sobre el mundo que nos rodea y ver cómo podía yo hacer pequeños cambios. Entonces eso empieza de una forma lúdica, con reuniones los sábados en El Patio, con debates sociales, etcétera, y con este condicionamiento yo empecé a notar que necesitaba más, que quería más y pensé de qué forma podría  desarrollar esto y la respuesta fue fácil, comencé mis estudios de psicología.

J Cara

P: ¿Cómo comienzas a pensar que este sentimiento de entrega se puede convertir en tu trabajo?

R: Dentro de la psicología me empezó a interesar la parte más comunitaria, social, educativa, en las que yo veo bastante vínculo entre lo que empecé a hacer como hobby y que desarrollamos en El Patio con el Hogar Don Orione, con Guatemala y el proyecto de Jardín de Amor, con Filipinas más a delante, y lo que quiero yo como trabajo.

Veo que se adapta muy bien a mí teniendo en cuenta mis valores y mi educación, y entonces se empezó a convertir mi ocio en mi trabajo. Cuando acabé la carrera hice un máster en Cooperación Internacional y después una diplomatura en Desarrollo, Pobreza y Territorio, para finalizar mi formación. Y ahí empezó todo, ya que a continuación me surgió el tema de Chile.

P: ¿Cómo surge la oportunidad de ir a Chile?

R: Cuando decides dedicarte a la cooperación internacional hay dos formas de proceder, en el terreno, y la parte de trabajo en sede, es decir, trabajo de oficina y de coordinación de proyectos y gestión, y la parte que consiste en ejecutarlos sobre el terreno. Yo tenía experiencia sobre el terreno, por todos los voluntariados que había hecho, me apetecía encontrar algo más de sede. Entre en la Agencia Española de Cooperación Internacional y Desasrrollo (AECID) formando parte del Ministerio de Asuntos Exteriores y eso fue lo que me sirvió de experiencia de trabajo en sede.

No encontraba oportunidades en este sentido y me puse a buscar otras cosas, y  encontré gracias a la Universidad Pontificia de Comillas, donde estudié la carrera, y a través de un mail, una oportunidad. En este mail se hablaba de la apertura de una convocatoria desde una ONG en Chile a nivel nacional  para que seis españoles opten a una plaza en el proyecto de esta Organización en Chile. El proceso de selección fue muy largo, difícil, desde noviembre hasta febrero del 2017/18 y fue complicado, con muchas pruebas, entrevistas, trabajo en equipo, etcétera.

Aecid
Sede Aecid Madrid

P: ¿Tenías claro que querías irte?

R: Yo no tenía ningún tipo de duda en que me quería ir, porque era la primera vez que lo que a mí me apasionaba y que había hecho de forma voluntaria y sin remunerar, iba a convertirse en mi trabajo durante un año, pero al ir planteándoselo a mi entorno y la gente de mi alrededor, familia y amigos me decía, “pero, podrás volver” o “¿te vas a ir un año?”, “¿estás seguro?”, pues surgen dudas y también te plantean las cuestiones sobre tu propia seguridad y tú mismo te lo preguntas.

P: ¿Cómo lo encaja tu familia?

R: Lo primero, hay mucho desconocimiento, puedes situar Chile, pero no se conoce. Te vas informando poco a poco y lo que te llega de esa información muchas veces te pone más nervioso y piensas “uy! la economía, la seguridad, la realidad chilena”, pero lo bueno fue que una vez seleccionados los 6 profesionales que nos íbamos tuvimos mucha inducción, muchas reuniones del equipo, en definitiva una guía de pasos, de documentos necesarios, etcétera, eso es fácil.

Ahora, la cuestión familiar, ahí entra la dificultad, yo estoy muy vinculado a mi hermano, él cumplía 18 justo cuando yo me iba, es más, no iba a estar en su 18 cumpleaños y hasta que cumpliera 20 no iba a volver a verle, entonces quise hacerle algo fuerte. Esto me hizo plantearme muchas cosas porque a pesar de tenerlo todo preparado profesional mente, lo personal, ¿dónde queda?, empecé a pensar que me iba solo y que no iba a estar en muchos eventos y cosas que pudieran ocurrir en este tiempo, entonces es complicado.

P: Llegas a Chile, ya es tu realidad. ¿Qué te encuentras las primeras semanas?

R: Pues, por suerte yo me fui con dos buenos contactos, un cura del Hogar Don Orione que estaba de misión allí en Chile, y con el del embajador de España allí. Al principio era todo muy estructurado, yo tuve una primera semana de inducción en Santiago de Chile, la capital. No nos soltaban, nos indicaban cómo era el país, abrir cuentas bancarias, en definitiva a ser un ciudadano chileno.

Cara Atofa

La cruda realidad me la encontré a la tercera semana más o menos que fue cuando llegué a Antofagasta, la gran protagonista de mi historia, ahí ya vi yo que no iba a ser todo tan bonito y me dí de bruces con lo gordo. Para entrar en contexto, Antofagasta es una región de Chile, como una provincia, cerca de Atacama, lo más famoso es el desierto, el más árido del mundo, pues Antofagasta es todo desierto, marrón, cerro y madera. Lo único que te da esperanza es el mar, y eso te choca mucho, tengo playa y desierto, eso choca pero calma también.

Llego al piso donde voy a estar viviendo con mis dos compañeras de piso, y llego a un sitio sin amueblar, sin cama, sin colchón y con dos maletas para todo un año, por suerte no se me caen los anillos y me llevé un saco y esa fue mi cama durante un mes fácilmente.

P: ¿Cuál fue el choque más bruto después de llegar allí?

R: Este choque lo viví cuando ya pensé: “Vale, estoy en una habitación, en una casa, como si estuviera en Madrid, voy a salir a la calle”, ahí me di de bruces con Antofagasta. Esta ciudad, tiene la población de Burgos y está dividida en una cuadrícula: del centro al norte, al sur y luego de la línea de tren hacia el cerro y hacia el mar. De la línea de tren hacia el cerro máxima pobreza, del centro al norte, población de nivel medio, y del centro al sur te viene a la cabeza Benidorm, restaurantes, hoteles, casinos, discotecas, clubes de yates, etcétera.

Antofagasta

En el momento en el que salgo de mi casa comienzo a caminar hacia el mar y me encuentro con una zona llena de lo que aquí en España conocemos como campamentos gitanos, con gran contaminación, pobreza y en los que hay grandes focos de narcotráfico y a la que das un paso más te salen a perseguir 5 o 6 perros callejeros, en ese momento me di la vuelta y volví para casa.

Al día siguiente fui en vez de hacia el mar, hacia arriba, hacia el cerro y me di cuenta de que toda esa zona es industrial, totalmente, camiones gigantes, una zona minera, mucha industria en general. Me volví a casa de nuevo y me coloqué en mi habitación, sin más.

P: ¿Cómo sales de ese miedo, qué te ayuda?

R: Todos estos miedos se disiparon un poco en cuanto supe que el Hogar Don Orione en el que yo había estado vinculado tanto tiempo en España, tenía una sede allí, por lo que al día siguiente me fui allí de cabeza para que me ayudaran con la ciudad y efectivamente ellos me dan un inicio y no solo eso, me dan una bici y una cama. Además una persona que luego sería una persona muy importante para mí allí, Jonathan, se ofrece a darme una vuelta en coche por la ciudad para poder entenderla mejor.

A partir de ahí comencé a crear algo muy importante, una rutina, una vida nueva y a sentirme cómodo en ella, trabajaba por la mañana, me iba a comer al Hogar que quedaba a 3 o 4 cuadras de donde trabajaba y volvía por la tarde, esa era mi rutina y volví a crear mi zona de confort.

P: Cuando levantas al cabeza y abres tus ojos a Antofagasta, ¿qué ves?

R: Lo primero es que me voy dando cuenta de la hostilidad del lugar, de la sequedad, de la contaminación, de que no hay árboles, de que no hay verde, que es desierto; y me doy cuenta de lo que implica vivir en un desierto, tienes que llevar ropa que te cubra a diario de la radiación solar, y saber que se te va a estropear. Es un sitio difícil, y lo que sale es comparar, yo he estado en Guatemala y estaba en una ciudad patrimonio de la UNESCO, todo color, vegetación y selva. Mi realidad en Antofagasta era totalmente distinta, por ello no quise dar testimonio de ello ni a familiares ni a amigos, por no crear preocupación.

Antofagasta

En ese momento surge en mí, no sé si como mecanismo de defensa, un sentimiento muy fuerte de querer a la ciudad, estoy enormemente enamorado de Antofagasta, empecé a distinguir los tonos de marrón, comencé a ver que los atardeceres tenían otros colores e hice que las cosas me gustaran. También decidí, después de encontrar esa comodidad con la ciudad, mudarme a la zona del Hogar Don Orione y de mi trabajo.

Dejé de vivir en la parte norte, en una zona de urbanizaciones, para vivir literalmente en una “toma” un edificio de construcción ligera, de piso flotante, paredes muy finas, un nivel de dificultad aún mayor. Pero yo me sentí muy cómodo también allí, eso no me dio miedo y eso que la zona donde me mudé era una zona de mucho narcotráfico, de mucha contaminación, prostitución, tiroteos, robos, ruidos, realmente pensé; “esto sí que no se lo cuento a mis padres” (risas).

P: ¿Cuándo te das cuenta de que el peligro es extremo?

R: Estando allí, en ese lugar, me pasó que no me daba cuenta del nivel de peligro al que yo estaba expuesto, porque era mí día a día, porque esa era mi vida ahora. De este nivel al que yo llegué a exponerme, me di cuenta cuando hablé con los demás compañeros de la Organización, ya que nos habían dividido por todo Chile.

Cuando por el grupo de WhatsApp que teníamos los 6 cooperadores comienzan los demás a mandar fotos me doy cuenta de que ellos no están viviendo lo mismo que yo, me doy cuenta de que uno vive en la Patagonia, otro en la capital, otro en Rancagüa, que es zona rural, etcétera.

Otro momento fue cuando yo me fui de Antofagasta, cuando se cierra el proyecto allí yo me tiro un mes mochileando por Chile para conocer lo que no había podido conocer y, como yo digo, Chile son varios países juntos, de norte a sur cambia su cultura, las expresiones, la personalidad de la gente, los tipos de trabajo, todo cambia. Y de cara a volver allí, quiero volver a Antofagasta, pero tengo muy claro que no voy a vivir allí, que viviría en el centro porque me dejé a mí como persona un poco, no podía salir a tomar algo por la noche, ni ir al cine, ni nada.

P: ¿Cómo es la personalidad del chileno y qué te llevas de allí?

R: Esto es opinión personal totalmente, pero partiría diciendo que al chileno se le quiere, tienen una forma de ser, una cultura, un sentimiento tan bonito por su país y por su comida que a veces piensas, “jo, qué envidia”. Te quieren enseñar su país, porque lo aman, y te hacen parte de ello. Su mantra es la “buena onda” y la “buena vibra”. A cualquier plan te dicen que sí, son muy del sentir, en Latinoamérica pasa mucho que sienten las cosas y se quedan con la energía que el otro transmite y con la esencia y la presencia que el prójimo te genera.

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Por supuesto hay cosas que chocan mucho, hay situaciones que para ellos son los normal y que para mí o para nuestra cultura no estarían aceptadas, por ejemplo en las relaciones de pareja so muy machistas, bueno, y en la sociedad en general, lo son mucho. Pero sobre todo la acogida, yo me voy de Chile con familias de norte a sur y con casas también.

Por último hay que tener en cuenta una cosa importante, tienen una discriminación muy positiva hacia el español, nos aman, les encanta nuestro acento, nuestro color de piel, nuestras expresiones, nosotros en general. Lo digo porque muchas veces es fácil que te puedas aprovechar de esa hospitalidad, tienes ciertos privilegios que el chileno no tiene y tienes que medirte con estos privilegios.

Este es Jaime Araque, en esta primera parte ha querido abrir los ojos a todo aquel que lea esta entrevista, abrir los ojos con su experiencia, con su personalidad y su afán de darlo todo hasta incluso arriesgar su propia vida, sin querer, por ayudar, por entregarse y por lo que realmente le apasiona.

Jaime trabaja con humildad, cariño y respeto, y de él podría aprender la sociedad de hoy en día, hacen falta muchos más ‘Jaimes’ y menos egoísmo e hipocresía, solo se puede añadir gratitud por su labor, una labor que continuará a lo largo del mundo, para intentar, poco a poco, que sea algo mejor, con eso, habrá valido la pena.