Sydney Sweeney va un paso más allá en 'La asistenta', un adictivo thriller doméstico con demasiadas vueltas de tuerca

  • Hemos podido ver 'La asistenta' (The Housemaid) antes de su estreno el próximo 1 de enero de 2026.

  • La adaptación al cine del libro de Freida McFadden nos deja quizá el mejor papel protagonista de Sydney Sweeney, aunque Amanda Seyfried y Brandon Sklenar brillan más.
  • El estreno de La asistenta (The Housemaid) en España el 1 de enero de 2026 supone la llegada a la gran pantalla de una de esas adaptaciones literarias que parten con ventaja y con riesgo a partes iguales. El éxito masivo del libro de Freida McFadden no garantizaba, ni mucho menos, una traslación cinematográfica a la altura, pero tras ver la película ya podemos confirmar que ese condicionamiento preconcebido no se traduce en un resultado decepcionante.

    Paul Feig, un director más asociado a la comedia que al thriller psicológico, afronta aquí un material oscuro, claustrofóbico y basado casi por completo en el juego de percepciones, en la manipulación emocional y en el desequilibrio de poder entre sus personajes. El resultado es un thriller doméstico bien interpretado y con momentos de notable tensión y sorpresa en la butaca, aunque también algo irregular y dejándonos esa sensación de que "todo vale" con sus giros, cada vez más radicales y menos justificables a nivel de guion.

    La asistenta cuenta la historia de Millie (Sydney Sweeney), una joven con un pasado marcado por decisiones erróneas que acepta un trabajo como empleada doméstica en la casa de los Winchester, una familia adinerada que vive en una especie de burbuja de aparente perfección. Desde el primer encuentro queda claro que nada en esa casa es lo que parece, y que la relación entre la asistenta y su empleadora, Nina (Amanda Seyfried), será el verdadero núcleo dramático del relato junto al papel fundamental de su marido (Brando Sklenar).

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    El guion sigue de forma bastante fiel la estructura del libro, lo que juega a favor de la claridad narrativa pero también limita la capacidad de sorpresa para quienes conocen la historia. Aun así, la película consigue mantener el interés gracias a un ritmo sostenido y a una dosificación correcta de lo que sabes y lo que no, aunque en algunos tramos se percibe una tendencia a subrayar demasiado lo evidente y sobreexplicar las cosas. Feig parece no confiar del todo en el silencio ni en la ambigüedad, y eso resta fuerza a algunas escenas que habrían ganado más dejando espacio a la incomodidad y a la interpretación del espectador.

    Sin ser la Capilla Sixtina de lo técnico, la puesta en escena es elegante, está cuidada y cuenta con una fotografía que subraya la pulcritud casi artificial de los espacios. La mansión de los Winchester convierte el hogar en una jaula sofisticada, más inquietante por lo que oculta que por lo que muestra (pese a que se podría haber aprovechado más la casa como elemento).

    Una genial Sydney Sweeney... opacada por Amanda Seyfried

    Pero son las interpretaciones las que lo hacen todo. Sydney Sweeney lleva a cabo un trabajo emocional que marca, sin duda, un punto importante en su carrera, siempre encorsetada en torno a Euphoria. Podríamos decir que es la mejor película con ella de protagonista principal, y su interpretación es contenida, más apoyada en gestos y miradas que en grandes estallidos dramáticos. Funciona especialmente bien en los momentos en los que el personaje se siente fuera de lugar, observada; juzgada.

    Sweeney logra transmitir vulnerabilidad sin caer en la caricatura de la víctima, aunque en los tramos finales su personaje se ve algo limitado por un guion que opta por resoluciones más funcionales que profundas. Aun así, repetimos que La asistenta probablemente sea el proyecto que mejor sintetiza hasta ahora sus capacidades como actriz, aunque no llegue a ser una interpretación deslumbrante.

    Y es que, si hay una figura que realmente domina la película, esa es Amanda Seyfried. Su Nina Winchester es un personaje incómodo, impredecible y emocionalmente descompuesto, construido a partir de capas que se contradicen entre sí. Seyfried se aleja conscientemente de la imagen más luminosa o amable a la que suele asociarse su filmografía y se adentra en un terreno mucho más turbio.

    Amanda Seyfried es quien se come el papel con una actuación soberbia de un personaje histriónico que le aleja de su imagen más asociada a mujer luminosa y amable

    Su trabajo no resulta exagerado ni histriónico pese a que su personaje es tremendamente exagerado e histriónico (no sé si me explico). Nina es profundamente inquietante, sobre todo en la primera mitad del filme, cada gesto parece calculado para descolocar, cada cambio de humor introduce una sensación de peligro latente. Es una interpretación que sostiene buena parte del interés de la cinta y que, sin necesidad de grandilocuencia, se convierte en su mayor activo artístico.

    El enfrentamiento silencioso entre Sweeney y Seyfried es, sin duda, lo más estimulante de La asistenta. La película funciona mejor cuando se centra en esa relación ambigua, casi enfermiza, que se establece entre ambas mujeres, y pierde fuerza cuando se dispersa en subtramas menos desarrolladas.

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    Brandon Sklenar y Amanda Seyfried en La asistenta
    Brandon Sklenar y Amanda Seyfried en La asistenta | Fuente: Diamond Films

    En ese sentido, el descubrimiento de Brandon Sklenar resulta en una presencia sólida y sugestiva. Su Andrew Winchester (marido de Nina) es un personaje deliberadamente opaco que el actor maneja con sobriedad y una inquietante neutralidad. Su trabajo aporta una tensión constante que se agradece, convirtiéndolo en uno de los elementos más interesantes del reparto, sobre todo según se acerca el desenlace.

    Más discutible es el uso de Michele Morrone, cuya presencia parece responder más a una estrategia de visibilidad que a una verdadera necesidad narrativa. Su personaje es funcional, pero escasamente desarrollado, y queda la sensación de que su inclusión no aporta demasiado a la historia más allá de su reconocimiento inmediato por la viralidad de la polémica película 365 días de Netflix. Es, sin duda, uno de los puntos más débiles del conjunto, que en general nos deja caras bonitas y escenas subidas de todo en exceso; casi de manera gratuita, solo por aprovechar lo guapos que son todos los actores y actrices.

    En cualquier caso, La asistenta es un thriller sólido al que no le sobra nada, algo que agradecemos sobremanera en estos días de relleno, altibajos y una evidente falta de síntesis en los creadores. Echa en falta una mayor personalidad visual, una apuesta más decidida por un estilo que refuerce el malestar psicológico que la historia pretende transmitir, pero se sostiene muy bien en el trabajo de su trío principal, consolidando la transición de cada uno de ellos hacia papeles algo más complejos de lo habitual en sus carreras.

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