Matías Prats es mucho más que una frase viral; es uno de los periodistas más influyentes de la televisión española, con miles de informativos a sus espaldas y una carrera que va de TVE a Antena 3 sin perder credibilidad ni cercanía. En este artículo repasamos cómo se gestó aquel cabreo en el Mundial 98, qué pasó realmente en la realización de TVE y por qué ese “Pero, ¿esto qué es?” sigue vivo casi tres décadas después. También miramos al contexto: la exigencia de las retransmisiones deportivas, el peso del directo y la figura de Prats como rostro de una época.
La PALABRA CLAVE aparece asociada a menudo a esa anécdota, pero su trayectoria va mucho más allá de una frase aislada y se construye a base de rigor, ironía sutil y una voz que millones de españoles identifican al instante. Para entender el impacto del momento Francia 98 conviene recordar que, entonces, solo había unos pocos grandes canales y una retransmisión del Mundial era prácticamente un acontecimiento nacional. Por eso ese comentario captado por error no se quedó en un simple lapsus técnico, sino que se interpretó como una especie de desahogo compartido por muchos espectadores cuando las cosas no salían como esperaban.
EL CONTEXTO DEL MUNDIAL 98 EN TVE
A finales de los noventa, TVE conservaba todavía el papel de gran cadena pública que centralizaba los grandes eventos deportivos, y el Mundial de Francia 98 se vivió como uno de sus últimos grandes monopolios futbolísticos. Las retransmisiones reunían a familias enteras delante del televisor, con cabeceras muy reconocibles y equipos de informativos que combinaban narradores clásicos con caras ya convertidas en estrellas. En ese ecosistema, cada fallo se amplificaba, porque el margen de improvisación era mínimo y la exigencia del público, máxima.
El despliegue técnico del Mundial implicaba unidades móviles, conexiones en exteriores, comentaristas a pie de campo y un engranaje de realización que debía coordinarse al milímetro desde Prado del Rey. Cualquier desajuste en grafismos, órdenes de cámara o retornos de sonido generaba tensión en la cabina y en el estudio, donde los presentadores dependían por completo de un equipo que trabajaba a contrarreloj. En ese caldo de cultivo, un pequeño error podía encender la mecha del enfado, sobre todo cuando se repetía o afectaba a la claridad de la información en directo.
ASÍ FUE EL FALLO DE REALIZACIÓN
Lo que se recuerda de aquella noche es que, durante una conexión relacionada con el Mundial, se encadenaron varios errores técnicos que sacaron de quicio a Matías Prats, acostumbrado a un nivel de precisión muy alto en cada plano y cada entrada. Se habla de fallos de rótulos, planos que no llegaban cuando debían y quizá una escaleta que no se cumplía, lo que generó sensación de caos en un momento en el que la emisión debía ser impecable. El presentador, consciente de que algo no cuadraba, dejó escapar su famosa reacción sin pensar que ese sonido podía hacerse público.
En teoría, el comentario iba destinado al equipo de realización, en ese espacio de confianza que se abre cuando un profesional cree que el micro está cerrado y se permite verbalizar su frustración. Sin embargo, por un descuido en el control, el canal de audio seguía abierto y el “Pero, ¿esto qué es?” salió al aire, sorprendiéndole a él primero y dejando descolocados a muchos espectadores que lo escucharon en tiempo real. El error duró apenas unos segundos, pero fue suficiente para quedar grabado y circular después en recopilaciones de gazapos televisivos.
EL MOMENTO “PERO, ¿ESTO QUÉ ES?”
La frase resonó con tanta fuerza porque resumía lo que muchos televidentes pensaban en ese instante: que algo no funcionaba como debía en una retransmisión que se suponía milimétrica. Su tono mezclaba indignación y sorpresa, sin llegar al insulto, y eso la hizo fácilmente reutilizable, casi como una muletilla perfecta para cualquier situación absurda o chapucera. A diferencia de otros micrófonos abiertos más agresivos, aquí el cabreo sonaba humano, reconocible y hasta ligeramente cómico.
Con el tiempo, esa exclamación se ha convertido en una referencia recurrente en redes sociales, columnas deportivas y tertulias cuando algo sale rematadamente mal, desde un fallo arbitral hasta un error informativo evidente. El propio nombre del presentador suele citarse junto a la frase, como si ambos formaran un pack inseparable en la memoria televisiva española. Lo que nació como un resoplido espontáneo se transformó en una cita cultural que atraviesa generaciones, incluso entre quienes no vieron aquel Mundial en directo.
MATÍAS PRATS, MUCHO MÁS QUE UNA FRASE
Nacido en Madrid en 1950 e hijo del periodista deportivo Matías Prats Cañete, Matías Prats creció rodeado de micrófonos y estadios, pero supo construir un estilo propio, menos solemne y más irónico que el de su padre. Estudió Derecho y Periodismo y se curtió en la radio antes de aterrizar en TVE, donde empezó a hacerse popular gracias a programas deportivos y a sus narraciones de fútbol, que combinaban rigor y cierta chispa personal. Su voz grave y su ritmo pausado le ayudaron a convertirse en un rostro de confianza para el público.
En 1991 dio el salto a la mesa del Telediario de TVE y, pocos años después, ya era uno de los presentadores más reconocibles de los informativos en España. En 1998 fichó por Antena 3, donde ha presentado miles de ediciones de noticias y se ha consolidado como uno de los comunicadores más influyentes del país. A lo largo de su carrera ha recibido premios por su trayectoria y ha protagonizado momentos icónicos, muchos de ellos relacionados con su particular sentido del humor y sus juegos de palabras.
DE MICRÓFONO ABIERTO A FENÓMENO CULTURAL
La era de internet y las redes sociales magnifica cualquier pequeño fragmento televisivo, y ese “Pero, ¿esto qué es?” encontró un terreno perfecto para reencarnarse en gif, meme y referencia constante cada vez que se comparte un gazapo. Los recopilatorios de micrófonos abiertos en televisión suelen incluir su reacción como uno de los ejemplos más emblemáticos, al lado de otros enfados políticos, deportivos o de presentadores quemados por la presión del directo. Esa presencia reiterada refuerza su estatus casi legendario.
El hecho de que la frase proceda de un periodista generalmente calmado y profesional multiplica el efecto, porque muestra el lado humano de alguien que solemos ver perfectamente controlado. Además, sirve como recordatorio de que detrás de cada informativo hay un ejército de técnicos, realizadores y redactores cuya labor, cuando falla, se hace evidente al instante. Hoy, cualquier error de este tipo se viraliza en cuestión de minutos, pero el origen de esa cultura del gazapo televisivo ya estaba ahí en los noventa.
QUÉ NOS ENSEÑA ESTE CABREO EN DIRECTO
Más allá de la anécdota, el episodio dice mucho sobre la fragilidad del directo y la importancia de la coordinación en un entorno tan exigente como una retransmisión mundialista. Un simple descuido con un micro puede exponer tensiones internas, pero también humanizar a quienes aparecen en pantalla, mostrando que incluso los más experimentados pierden la paciencia cuando las cosas se tuercen. En este caso, la reacción no rompió su imagen pública, sino que incluso la hizo más cercana.
Desde la perspectiva de la televisión actual, acostumbrada a formatos aún más acelerados, aquella frase funciona como un pequeño recordatorio de la artesanía que había detrás de cada emisión en la televisión analógica. Revela también cómo, en cuestión de segundos, una expresión improvisada puede escapar al control de sus autores y convertirse en patrimonio compartido por toda una generación de espectadores. Y demuestra que los errores, si se gestionan con naturalidad, pueden terminar sumando a la leyenda de un profesional.
POR QUÉ EL “PERO, ¿ESTO QUÉ ES?” SIGUE VIVO
La vigencia de la frase tiene que ver, en parte, con lo universal de su mensaje: es una reacción que cualquiera podría tener ante una situación absurda o injustificable, desde un fallo técnico hasta una decisión incomprensible. Por eso no ha envejecido; sigue encajando en contextos muy distintos, desde tertulias deportivas a debates políticos o conversaciones en redes sociales cuando algo simplemente no tiene explicación. Se ha convertido en un comodín expresivo que no necesita presentación.
Además, el hecho de que provenga de un periodista con una trayectoria tan sólida le da un plus de autoridad y simpatía, como si su exclamación validara el desconcierto de toda una audiencia. Cada vez que se recupera el clip o se cita la frase, se reaviva también la memoria de aquella televisión de finales de los noventa que muchos espectadores miran ahora con nostalgia. Así, el cabreo de unos segundos se ha transformado en un pequeño símbolo de una época, y en una de las muchas huellas que Matías Prats ha dejado en la historia de TVE.










