En el mundo de la cocina, todos los cortes de pollo tienen su lugar, pero hay uno que se ha ganado el reconocimiento silencioso de nutricionistas, médicos y cocineros por igual: la humilde pechuga. No solo destaca por su sabor suave y versatilidad en la cocina, sino por ser un alimento estrella en términos nutricionales, especialmente si lo que se busca es salud, energía y ligereza.
Desde su bajo contenido en grasa saturada hasta su impresionante aporte de proteínas, la pechuga de pollo ha demostrado ser un alimento valioso para quienes desean cuidar su sistema cardiovascular, fortalecer sus defensas o simplemente sentirse bien. En este artículo te explicaremos por qué este corte sencillo encierra tanto potencial y cómo puedes sacarle el máximo partido en tu mesa.
1Proteína pura: una joya nutricional sin competencia

Pocas veces un alimento se presenta como una combinación tan poderosa de alto contenido proteico, bajo en grasas y sin carbohidratos. Según el profesor Dave Bridges, bioquímico de la Universidad de Michigan, «habría que consumir proteína en polvo para obtener más proteínas que las que ofrece la pechuga de pollo». Una afirmación que no deja lugar a dudas sobre la eficiencia de este corte.
Una porción promedio de 95 gramos de pechuga deshuesada y sin piel contiene alrededor de 160 calorías y nada menos que 32 gramos de proteína. Para un adulto de peso medio, eso representa casi la mitad del requerimiento diario. Comparado con un filete de salmón, que aporta 22 gramos de proteína y 206 calorías en la misma porción, la pechuga resulta ser una opción más ligera y eficiente.
Y no se trata únicamente de músculo. La proteína de este alimento también desempeña un papel fundamental en la reparación celular, la producción de enzimas y hormonas, y la formación de anticuerpos que ayudan a prevenir enfermedades.