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Carlos Alcaraz volvió a ganar en Roland Garros, pero esta vez la victoria tuvo un sabor distinto. Fue más trabajada, más dura, con momentos en los que el partido pareció irse de sus manos. El número dos del mundo venció al bosnio Damir Dzumhur en cuatro sets —6-1, 6-3, 4-6 y 6-4— y avanzó a los octavos de final, donde lo espera el estadounidense Ben Shelton.
Sin embargo, más allá del marcador, lo que quedó en evidencia fue lo complicado que puede ser jugar en el último turno de la jornada en París. Carlos Alcaraz no escondió nada en su análisis posterior al encuentro. Fue honesto, directo, y dejó ver que la noche le pasó factura.

“En el tercer set no sabía qué hacer, no veía ningún hueco y me tuve que calmar”, confesó ante la prensa. Un bajón físico, sumado a un rival que creció en confianza, lo obligó a tirar de paciencia y cabeza. El español tuvo que reinventarse sobre la marcha para no perder el rumbo de un partido que, por momentos, se volvió incómodo y tenso.
Una batalla inesperada ante Dzumhur
Lo que en los papeles pintaba como un trámite, terminó siendo una batalla. Damir Dzumhur, número 69 del ranking y con 33 años, no se dejó intimidar por el favoritismo de Carlos Alcaraz. En los primeros dos sets, el español fue una tromba. Jugó suelto, agresivo, con esa frescura que lo caracteriza, y dejó sin respuestas al bosnio. “Me estaba encontrando de maravilla”, dijo el murciano sobre ese comienzo prometedor.
Pero el tenis es un deporte cambiante y el escenario viró bruscamente. Dzumhur ajustó su plan de juego, se plantó más cerca de la línea de base y empezó a incomodar a un Alcaraz que bajó la intensidad. El tercer set fue otra historia. El español sintió el desgaste, tanto en lo físico como en lo mental, y su rival lo aprovechó con inteligencia.
“He tenido un poco de dudas físicamente o tenísticamente y él lo ha aprovechado”, explicó con franqueza ante los medios de comunicación. El público también empujó al bosnio, generando un ambiente adverso que sumó un obstáculo más. Aun así, con 21 años, Carlos Alcaraz mostró madurez para reaccionar y cerrar el partido en el cuarto set.
Las secuelas de jugar de noche
Uno de los factores determinantes fue el horario del encuentro. La sesión nocturna, con sus particularidades, no le sienta del todo bien a Carlos Alcaraz. Así lo reconoció él mismo. “Yo creo que la sesión de noche te puede dar un poco más de bajón”, afirmó. El polvo de ladrillo cambia de comportamiento bajo las luces. La pista se vuelve más húmeda, las pelotas más pesadas y el bote más errático. “Parecía que estábamos jugando en hierba por la manera que deslizaba la pelota”, comentó sorprendido.
Estas condiciones complicaron no solo su físico, sino también su confianza. Carlos Alcaraz explicó que le costaba tomar la iniciativa porque no encontraba sensaciones claras con la pelota. Esa inseguridad lo hizo dudar, e incluso llegó a imaginar que el partido se iba a un quinto set.
“He estado muy cerca de ir a un quinto y tenía que estar preparado”, reconoció. Pero nuevamente, su capacidad mental fue clave. Supo adaptarse al contexto, encontrar su momento y sacar adelante un partido que, en otro escenario, podría haberse complicado mucho más.