Ferrari se arrepiente del fichaje de Lewis Hamilton, y la sensación en el paddock es que la tensión crece fin de semana tras fin de semana. El equipo más emblemático de la Fórmula 1 apostó fuerte por el heptacampeón del mundo, con la ilusión de revivir tiempos de gloria. Sin embargo, esa gran expectativa se ha transformado en frustración.
Desde su llegada a Maranello, Hamilton no ha logrado marcar diferencias. El monoplaza SF-25 está muy por debajo de lo que prometía, y la adaptación del piloto británico ha sido más lenta y decepcionante de lo que muchos esperaban. Lejos de acercarse a los podios, ha sido superado con claridad por su compañero Charles Leclerc, quien ha sido el verdadero líder del equipo en las pistas internacionales.

Red Bull, McLaren y Mercedes siguen siendo los grandes animadores del campeonato, mientras Ferrari se diluye en un mar de dudas y resultados discretos. La escudería italiana mira con preocupación cómo sus rivales crecen y se consolidan, mientras su gran apuesta no termina de funcionar.
Las dudas de Hamilton y el silencio de Ferrari
La situación es aún más delicada porque Lewis Hamilton también empieza a cuestionarse su decisión. Dejar Mercedes parecía, en su momento, un movimiento acertado. Un nuevo reto, un contrato millonario y la posibilidad de devolverle a Ferrari su lugar en la cima. Pero con 40 años, el margen de error es mínimo y el tiempo no perdona. Cada carrera sin resultados es una oportunidad menos para seguir construyendo su legado.
Ver a George Russell destacándose en Mercedes, junto al joven Andrea Kimi Antonelli, no hace más que intensificar ese malestar. La comparación con su antiguo equipo, donde dejó huella, es inevitable. Y el contraste duele.
En Maranello, el silencio empieza a pesar. Apostaron por un piloto que debía hacer diferencia incluso con un coche lejos del ideal, pero la realidad les está pasando factura. Hamilton necesita un auto competitivo, y cuando no lo tiene, su impacto en la pista se diluye. Es una verdad incómoda que muchos advertían, y que ahora se confirma con crudeza.
Una relación que pierde temperatura
Más allá del rendimiento en pista, la relación entre Hamilton y el equipo técnico tampoco fluye como se esperaba. Las comunicaciones por radio, especialmente en momentos de tensión, reflejan desconexión. Y ya hubo episodios que dejaron ver ciertas fricciones internas. El más reciente fue en el Gran Premio de Mónaco, donde una sanción desató discusiones en pleno box. En medio de la carrera, Hamilton le preguntó a su ingeniero si estaba molesto con él. No obtuvo respuesta. Ese silencio fue tan elocuente como incómodo.
Pese a los intentos del piloto por bajar el tono y frenar las especulaciones, el ambiente no es el ideal. Ferrari es un entorno de presión constante, donde el margen de paciencia es mínimo. Carlos Sainz lo advirtió en su momento, adaptarse lleva tiempo. Pero ese tiempo, en Ferrari, se agota rápido. El cambio de ingeniero de pista tampoco ha ayudado. Riccardo Adami reemplazó a Peter Bonnington, histórico aliado de Hamilton en Mercedes, pero la química aún no aparece.
Y sin una buena conexión en el muro, el camino al éxito se complica aún más. Hoy, el proyecto sigue sin despegar. Cada carrera sin podios, sin pelea, sin gloria, refuerza una misma sensación. Ferrari se equivocó fichando a Lewis Hamilton. Y lo más preocupante es que, por ahora, no se ve un plan claro para revertir la historia.