Condenado a tres años por homicidio imprudente y lesiones el autor del crimen de Nava

La Audiencia de Valladolid ha impuesto una condena de tres años de cárcel al joven Sansón F. por la muerte a navajazos del novio de su madre, Juan José C, en septiembre de 2018 en Nava del Rey, al declararle autor de un delito de lesiones en concurso ideal con un delito de homicidio por imprudencia.

En su fallo, el presidente del tribunal de jurado absuelve al joven del delito de homicidio doloso que le imputaba el fiscal y del asesinato que le atribuían las dos acusaciones particulares, por los que habían pedido 12 y 25 años de cárcel, respectivamente, según informaron a Europa Press fuentes jurídicas.

Además del pago de las costas, en las que se incluirán las correspondientes a las acusaciones particulares, se condena también al joven al pago de las indemnizaciones siguientes la familia de la víctima: 40.000 euros para María C.F, 90.000 a Saray C.G, 80.000 a Javier C.G, 89.631 a Rafael C.G, 56.091 a José C.R e idéntica cantidad a favor de Monserrat C.R, sumas que se incrementarán con el interés legal previsto en el artículo 576 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

Para el cumplimiento de la pena impuesta se acuerda el abono al acusado el tiempo que haya estado privado de libertad por esta causa, en total dos años, y se hace constar el parecer favorable del jurado a la aplicación de los beneficios de la suspensión de la pena que le ha sido impuesta al acusado. Se hace constar así mismo el parecer desfavorable del jurado a que se acuerde en la sentencia la petición de indulto.

Se acuerda la libertad de Sansón F.M, debiendo fijar domicilio, que no podrá abandonar sin autorización, y presentarse los días uno y quince de cada mes en esta Sala.

La condena llega después de que el pasado viernes los miembros del jurado dictaminaran que Sansón dio muerte a la víctima sin intención de quitarle la vida, tan solo de herirle, y que el incidente se produjo en el transcurso de un forcejeo entre ambos en el que no se considera acreditado que el joven arrebatara la navaja a su oponente.

Los miembros del jurado distinguían dos fases en el forcejeo, una en la que Sansón estuvo agarrado al filo de la navaja y manos del fallecido y otra en la que, aun sin hacerse con el arma, la dirigió al cuello de Juan José C. con ánimo de herirle.

El hecho de que no aparecieran huellas o restos biológicos del acusado en el arma homicida fue esgrimido por el jurado para no dar por probado que Sansón llegara a arrebatar el arma a su contendiente.

El veredicto del jurado determinó que se trata de un homicidio imprudente y descartó, fundamentalmente, la tesis del asesinato mantenida por las acusaciones particulares.

El fiscal y las acusaciones particulares habían mantenido, sin embargo, peticiones de 12 y 25 años de cárcel, respectivamente, el primero por homicidio y los letrados de la familia de la víctima por asesinato, mientras que la defensa había pedido un fallo absolutorio, al tratarse de un homicidio por imprudencia con la concurrencia de legítima defensa, y, alternativamente, interesaba entre uno y dos años para el caso de que se aplicaran las atenuantes de provocación o arrebato.

A lo largo del juicio, el encausado, que tan solo declaró a preguntas de su letrado, mantuvo que la muerte de su padrastro, un hombre al que definió como muy «agresivo», machista y maltratador de su madre, se produjo accidentalmente en el forcejeo que ambos mantuvieron en plena calle, después de que la víctima sacara de forma sorpresiva una navaja de grandes dimensiones, tipo ‘Curro Jiménez’, tal y como apuntó uno de los testigos, y tratara de matarle.

El joven, que vivía con su padre en Medina del Campo, relató que aquel fin de semana se trasladó a Nava, en plenas fiestas, para visitar a su madre, que por aquel entonces mantenía una relación con el fallecido.

Así, siempre según su versión, la noche del 7 al 8 de septiembre de 2018 salió de copas con su padrastro hasta que en un momento dado éste le pidió que volvieran a casa, trayecto en el que a eso de las 7.20 horas, como así ha mantenido Sansón, la víctima «se metió una raya de coca» –las pruebas toxicológicas sólo hallaron alcohol en su organismo– y «se volvió loco», para acto seguido sacar la navaja y tratar de acometerle tras llamarle «maricón de mierda», improperio que le soltó después de que le recriminara por el trato que daba a su progenitora.

«Sacó una navaja, me llamó maricón y de repente comenzó a tirarme navajazos», alegó el joven, que, según dijo, se aferró a la hoja del arma, de forma que ésta quedó asida por los dos contendientes y se inició entonces un forcejeo en el que Juan José C.

recibió hasta cinco heridas a la altura de la cabeza, una de las cuales, mortal y de 7 centímetros de profundidad, penetró en su yugular y provocó su muerte por hemorragia en pocos minutos.

El acusado alegó en que en ningún momento arrebató la navaja a su oponente, frente a lo que sostienen el fiscal y las acusaciones, pero no supo explicar con certeza cómo se produjo la herida mortal.

«Yo veía mucha sangre pero pensé que era la mía», justificó Sansón, quien tras la refriega huyó del lugar, acudió a casa de su madre para contarle lo sucedido y cogió un coche con el que poco después tuvo un accidente al salirse de la carretera.

Su versión, sin embargo, fue contradicha en el juicio por los forenses judiciales que realizaron la autopsia y que calificaron de «imposible» que Juan José C.

recibiera el navajazo en un mero forcejeo, aseveración que basaron en la trayectoria de la herida y el hecho de que la misma se produjo por detrás del cuello, con lo que, a su entender, lo más factible es que el acusado llegara a arrebatar la navaja al fallecido y le acometiera con ella, tal y como atestiguarían también las lesiones de defensa que presentaba el padrastro en varios dedos de la mano izquierda, con pérdida incluso de las yemas.

El hecho de que en el mango del arma no aparecieran células epiteliales de Sansón lo explicó a posteriori un miembro del Departamento de Biología del Servicio de Criminalística del Instituto Armado, quien apuntó la posibilidad de que los restos de sangre de Juan José C.

Hallados en la navaja pudieron «enmascarar» el perfil genético que el encausado pudo dejar en el mango, explicación que, en cambio, no ha sido tenida en cuenta por el jurado.

Otros dos peritos de la defensa, sin embargo, sostuvieron la versión del forcejeo dada por el encausado, en el sentido de que dieron credibilidad a una escena en la que víctima y procesado estuvieran agarrados por las manos y el filo de la navaja oscilara entre ambos.

De hecho, los dos expertos calificaron de «inusual, atípica» la herida que alcanzó al fallecido por detrás del cuello, una lesión que, como así coinciden ambos, «no es la típica que lleva a cabo alguien que quiere matar a otro de forma intencional, sino que es más compatible con un forcejeo en el que la víctima la pudo recibir al perder el equilibrio y caer al suelo».

El veredicto emitido por el jurado da más credibilidad a la pericial de presentada pro la defensa y descarta que la muerte de la víctima fuera fruto de un asesinato o de un delito de homicidio doloso en el transcurso de un forcejeo entre el joven, que el día de los hechos contaba con 18 años, y el entonces novio de su madre, de 49 y padre de cinco hijos.