Las bacterias hacen ‘puente aéreo’ de miles de kilómetros en todo el mundo

Las bacterias tienen la capacidad de poder viajar miles de kilómetros por el aire en todo el mundo en lugar de hacerlo con personas y animales, un ‘puente aéreo’ que podría arrojar luz sobre cómo las bacterias dañinas comparten genes de resistencia a los antibióticos.

Ésta es la conclusión principal de un estudio internacional realizado por siete científicos y publicado en la revista ‘Philosophical Transactions of the Royal Society B’. El trabajo implicó a investigadores de la Universidad Rutgers (Estados Unidos), la Academia de Ciencias de Rusia; el Instituto Skolkovo de Ciencia y Tecnología (Rusia), el Instituto Pasteur (Francia), la Universidad de Santiago de Chile y el Instituto de Ciencias Weizmann (Israel).

«Nuestra investigación sugiere que debe haber un mecanismo en todo el planeta que garantice el intercambio de bacterias entre lugares lejanos», apunta Konstantin Severinov, autor principal del estudio e investigador del Instituto de Microbiología Waksman y profesor de biología molecular y bioquímica en la Facultad de Artes y Ciencias en la Universidad Rutgers (Estados Unidos).

Severinov comenta que, debido a que las bacterias estudiadas sobreviven a agua muy caliente (a unos 70ºC) y en lugares remotos, “no es posible imaginar que animales, aves o humanos las transporten”. “Deben ser transportadas por aire y ese movimiento debe ser muy extenso para que las bacterias en lugares aislados compartan características comunes”, añade.

Severinov y otros investigadores estudiaron las ‘memorias moleculares’ de bacterias a partir de sus encuentros con virus con las memorias almacenadas en el ADN bacteriano. Los bacteriófagos (virus que infectan a las bacterias) son las formas de vida más abundantes y ubicuas en el planeta. Los virus tienen una profunda influencia en las poblaciones microbianas, la estructura de la comunidad y la evolución.

ITALIA Y RUSIA

Los científicos recolectaron bacterias ‘Thermus thermophilus’ de grava caliente en el Vesubio y aguas termales en el Etna (Italia), en aguas termales en la región de El Tatio (norte de Chile) y en la de Termas del Flaco (sur de Chile), y aguas termales en la caldera de Uzon, en Kamchatka (Rusia).

En las células bacterianas infectadas por virus, las memorias moleculares se almacenan en regiones especiales de ADN bacteriano llamadas matrices CRISPR. Las células que sobreviven a las infecciones pasan los recuerdos (pequeños trozos de ADN viral) a sus descendientes. El orden de estos recuerdos permite a los científicos seguir la historia de la interacción bacteriana con los virus a lo largo del tiempo.

Inicialmente, los científicos pensaron que las bacterias de la misma especie que viven en aguas termales a miles de kilómetros de distancia (por lo tanto, aisladas unas de otras) tendrían recuerdos muy diferentes de sus encuentros con los virus. Eso es porque todas las bacterias deben tener historias independientes de infecciones virales. Los científicos también pensaron que las bacterias deberían estar evolucionando muy rápidamente y ser diferentes, al igual que los pinzones famosos que Charles Darwin observó en las Galápagos.

«Lo que encontramos, sin embargo, es que había muchos recuerdos compartidos: piezas idénticas de ADN viral almacenadas en el mismo orden en el ADN de las bacterias de aguas termales lejanas», apunta Severinov, quien añade: «Nuestro análisis puede informar los estudios ecológicos y epidemiológicos de bacterias dañinas que comparten genes de resistencia a los antibióticos a nivel mundial y también pueden dispersarse por aire en lugar de viajeros humanos».

(SERVIMEDIA)