‘El Contenedor’ (Antena 3) lleva al límite a sus concursantes desnudos y sin posesiones: «Es muy duro»

Una familia de Alicante, una pareja de Sabadell, dos amigas malagueñas y tres compañeros de piso valencianos son los protagonistas de ‘El Contenedor’. El nuevo reality de ‘Antena 3’ les ha despojado de todas sus cosas, incluidas sus ropas, muebles y móviles y deberán pasar 10 días sin  nada.

Con el reto de «¿Sabrías vivir sin nada?», los concursantes se han desnudado y han guardado todas sus posesiones en un contenedor situado a un kilómetro de su casa, para aventurarse en este experimento en el que tendrán que descubrir qué cosas son las que verdaderamente necesitan para ser felices, y cada día podrán recuperar un objeto.

El momento de desnudarse ante las cámaras no fue fácil y los primeros en hacerlo fueron Lidia y Dani.

Una vez desnudos, la pareja de Sabadell se veía incapaz de trabajar en equipo. Mientras ella estaba preocupada por cubrirse, él se esforzó duramente por recuperar un colchón para dormir sobre él.

 

Al final del día, el distanciamiento entre ambos era palpable y Dani aseguraba que se sentía solo.

La aventura de los cuatro miembros de la familia Izquierdo-Vicedo que se apuntó a ‘El Contenedor’ para dar una gran enseñanza a sus hijos «que están acostumbrados a tenerlo todo sin esfuerzo», comenzó con titubeos, por los nervios de la madre, Maribel a quedarse desnuda.

Tras dar el primer gran paso, que acababa con un ataque de risa, los cuatro aprendían a trabajar en equipo e iban a recuperar sus cosas al contenedor.

La familia izquierdo más unidos que nunca trabajando en equipo ?https://t.co/pv6Wkgv2oz #ElContenedor pic.twitter.com/guz7zRzku5

Las malagueñas Marina y Desiré también sufrieron el momento de quitarse la ropa, e incluso se preguntaron por el orden en que debían hacerlo, si primero las bragas o el sujetador. Después echaron mano de la puerta para cubrirse.

Una vez desnudas, llegaba la odisea de abrir la puerta para recoger la pizza que habían pedido antes de abandonar su móvil, ante la atónita mirada del repartidor.

Sin embargo tras el disfrute de la cena y las risas, llegaban las lágrimas por la dureza de la situación.