Las reglas que las enfermeras debían seguir en 1887

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Hay cientos, tal vez miles, de trabajos prescindibles. Esos trabajos que, cuando llegan los momentos difíciles, de vida o muerte, se revelan como trabajos innecesarios. La sociedad podría dejarlos de lado y todo seguiría más o menos igual. No sucede eso con las enfermeras, y lo hemos visto estos últimos meses.

Los profesionales sanitarios, junto a otro puñado de trabajadores, han demostrado ser los verdaderamente indispensables. Pocos trabajos tan duros, y a la vez tan gratificantes, como los suyos. El de enfermera puede ser un trabajo sucio en ocasiones, poco considerado incluso e ingrato muchas veces. Pero absolutamente imprescindible.

Ser enfermera en el siglo XIX

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Por aquel entonces, a finales del siglo XIX, el papel de las enfermeras ya era muy importante en el sistema sanitario. En aquella época debían tratar a una gran cantidad de pacientes, siendo cada una de ellas responsable de cerca de cincuenta enfermos.

Pero eso no es todo. Los conocimientos médicos, epidemiológicos, higiénicos y sanitarios no estaban ni de lejos tan desarrollados como ahora. Es por eso que las enfermeras debían cumplir una serie de normas que a día de hoy nos parecen absurdas.

Enfermeras y limpiadoras

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A finales del siglo XIX las enfermeras eran responsables de la limpieza. Ellas debían encargarse de limpiar el polvo de los muebles y marcos de las ventanas. Además, sobre sus espaldas recaía la obligación de barrer y fregar el suelo de todas las habitaciones.

Hoy en día, somos muy conscientes de la necesidad de mantener limpios los hospitales y centros de enfermos. Pero no se nos ocurre poner a las propias enfermeras a limpiar.

Enfermeras con brasas

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Esta tiene todavía más gracia. No solo se ocupaban de limpiar el hospital, sino que también era responsabilidad suya mantener el centro a una temperatura agradable. Para ello, estaban obligadas a llevar consigo un recipiente con brasas para caldear las habitaciones.

Encender las lámparas

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Sí, lo sé. Las enfermeras parecían más bien personal de mantenimiento y limpieza que personal sanitario. Además de limpiar y caldear el hospital ellas se ocupaban de limpiar y rellenar las lámparas de queroseno. 

Y lo hacían a diario, para asegurarse de que los médicos tuviesen luz suficiente para trabajar en condiciones.

La apuntadora

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Las enfermeras tenían la obligación de tomar notas con datos relevantes de los pacientes, que luego se los pasaban a los médicos. Estos, a partir de las anotaciones de las enfermeras, podían hacer su trabajo más fácilmente.

Jornadas maratonianas

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Las condiciones laborales de las enfermeras de la época eran bastante penosas. De hecho sus jornadas se alargaban durante más de doce horas. Entraban a trabajar a las 7 de la mañana y acababan pasadas las 8 de la tarde. A excepción, eso sí, de los sábados, cuando, podían irse a su casa a mediodía.

Hay premio

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Efectivamente, a las enfermeras las motivaban con primas para rendir más en su trabajo. A aquellas que tuviesen mejores resultados se les permitía tomarse una noche de descanso a la semana para encontrar marido. Los permisos podían llegar incluso a dos noches semanales, si las enfermeras demostraban ser cristianas devotas.

Jubilación

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Lo penoso de sus condiciones laborales no eran solo las larguísimas jornadas. Por si eso fuera poco, las enfermeras debían guardar una buena cantidad de dinero para poder vivir tras su jubilación. Aproximadamente, el 50% de su sueldo se lo guardaban para no convertirse en una carga en el futuro.

Nada de placeres

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Las enfermeras que fumaran, bebiesen alcohol, visitaran salones de belleza o lugares para bailar, podían ser interrogadas por sus superiores. 

Aumento de salario

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Sí, les podían subir el salario. Pero había que trabajar muy duro para conseguir un aumento de salario insignificante. Las enfermeras que ejercían de forma honesta y profesional todas sus funciones durante 5 años, recibían un aumento de salario de unos 5 céntimos al día. Menos da una piedra.