Juan Echanove, enormemente optimista con el futuro del teatro

Juan Echanove sigue de gira con ‘La fiesta del Chivo’ de Vargas Llosa y recala en València «enormemente optimista» con el futuro del teatro cuando «desaparezca esta maldita pandemia». «Nos toca dar lo mejor de nosotros mismos para la gente que en su día a día está muy tocada», ha reivindicado desde el escenario.

En la presentación de la obra en el Olympia, ha asegurado que está cansado de repetir que los teatros son seguros: «Quiero que me obliguen a salir de mi casa, viajar por todas las comunidades y ponerme en cierto riesgo de contagio, como cualquiera, para seguir haciendo una actividad esencial para la gente».

El actor ha reconocido que no le gusta ver «plateas con gente enmascarada», aunque es «absolutamente consciente» del esfuerzo que supone una gira en medio de la pandemia. «Pero sé que es lo que nos va a mantener vivos, tanto a la sociedad como al propio teatro», ha confiado, y ha celebrado volver a una plaza de larga estancia como València.

Es más, ha hecho hincapié en que tiene una responsabilidad con su público. «Mi público es mi país, y hasta que me lo prohíban tendré que estar en el escenario», ha enfatizado recordando que ‘La fiesta del Chivo’ fue de los primeros en subir el telón tras el primer estado de alarma.

Echanove, que se pone en la piel del dictador Trujillo, ha relatado que se siente como cuando salió de la escuela de arte dramático y se «comía» cada bolo, aunque «puede parecer ñoño», como constató la semana pasada en las funciones en Salamanca y Parla.

Aunque es una situación «incómoda» para el teatro, ha defendido la unidad que siente con el resto del reparto y ha lamentado «que haya tenido que venir una pandemia para funcionar como una compañía». «No es el típico discurso: sin ese ‘todos’, esto no se levanta», ha recalcado sintiéndose que hace «algo muy importante por tu país».

«SI LA CULTURA ES ESENCIAL, NO HAY QUE PARARLA»

En todo caso, ha remarcado que solo se representa a él mismo y no a todo el sector y ha lamentado que el ministro de Consumo, Alberto Garzón, no le contestara hace unos días en televisión a la pregunta de si la cultura es un bien de primera necesidad. «Si es una actividad esencial, no hay por qué pararla», ha zanjado, defendiendo que lo importante es que mueve el 3% del PIB y no lo «intangible».

Un sector, ha exclamado, que «pese a algunas mentes de la alcurnia de este país, es imprescindible y necesario para tirar del país», por lo que cree que merece recibir el mismo porcentaje en las ayudas para la salida de la crisis.

Como lección que deja el coronavirus ha destacado que «los españoles han aprendido ya a apagar los móviles» en el teatro y que «la gente ahora ya no tose de esa manera exagerada que teníamos que parar porque era insoportable».

TRUJILLO NO ES FRANCO: «LE GUSTABA MÁS LA JUERGA»

Al encarnar un personaje como el del dictador dominicano, lo primero que tuvo en cuenta Echanove fue que «Trujillo no es Franco» y todo el mundo no lo tiene en mente, por lo dejó que «fluyera el personaje» de Vargas Llosa, un libro que precisamente acabó de leer en València hace veinte años. También coincidió con el director, Carlos Saura, en que el bigote no era necesario y fue creando un villano «perfeccionista para todo, especialmente para el terror».

«Trujillo era un ser cruel, despreciable, un genocida… pero el mayor disfrute de su terror era la humillación, hacer temblar a su propia familia», ha ilustrado, recordando que tenía incluso un ministerio de placeres y que «le gustaba la juerga, circulaba por los toboganes del vicio». «No como a Franco que lo más pícaro que haría fue echarle unas hierbas a la tortilla. Franco parecía el conserje de Trujillo», ha bromeado.

Pero ha negado que en 2020 haya ningún político similar a él, «ni en la política nacional ni en la internacional. «Ni siquiera Trump se parecía a Trujillo», ha aseverado, y ha resaltado que «mató a 30.000 haitianos negros a machetazos».

Juan Echanove ha afirmado así que «todo el mundo sabía qué coño pasaba en República Dominicana», cuando gobernaba este tirano creyéndose «propietario de los ciudadanos». «A veces no nos damos cuenta de cosas que tenemos ante nuestros ojos hasta que no las vemos de cerca», ha advertido al respecto, y el teatro se encarga de solucionarlo.

Este personaje le permite ser «muy feliz» sobre las tablas porque llevaba tiempo sin hacer obras así, aunque en los últimos 15 años ha encarnado a «una galería de monstruitos» similares. «El trabajo extremo nunca me ha echado atrás, me siento muy cómodo cuando tienes que agonizar», ha manifestado, a pesar de lo incómodo que le supone llevar una banda militar que «tiene vida propia» y se le cae desde el mismo inicio sentado en un trono.

‘La fiesta del Chivo’, adaptada por Natalio Grueso, está en escena del 25 al 6 de noviembre, con un reparto que completan Lucía Quintana, Manuel Morón, Eduardo Velasco, Gabriel Garbisu y David Pinilla en esta producción de José Velasco.

Esta obra maestra, apenas adaptada por su riqueza y complejidad, narra los últimos días del dictador a partir del personaje de Urania Cabral, una abogada que abandonó el país de niña y regresa décadas después para visitar a su padre moribundo, un antiguo alto cargo del régimen que cayó en desgracia. Durante ese viaje se desvela el secreto que la protagonista guarda celosamente desde su huida.