“Mi hija mayor no está en condiciones de reinar”: Juan Carlos I excluyó a la infanta Elena del trono

La monarquía española moderna se construyó sobre acuerdos, transiciones y, en ocasiones, decisiones familiares tomadas a puertas cerradas. Una de las menos conocidas, pero quizás de las más reveladoras, fue la que afectó a la primogénita de los eméritos Juan Carlos I y Sofia. No fue una cuestión de Estado discutida en el Congreso. Fue una orden directa del entonces rey.

El veto de Juan Carlos I a Elena, según relatan quienes conocen los detalles como Pilar Eyre en la revista Lecturas, tuvo lugar durante los trabajos de la Constitución. El exrey se reunió con Adolfo Suárez. El monarca tenía dos exigencias para el texto que se estaba redactando. La primera, según el propio Suárez comentó, era la inviolabilidad. La segunda pilló al presidente por sorpresa.

“Exacto. Y la segunda, que apartes a la infanta Elena de la sucesión. Mi hija mayor no está en condiciones de reinar”. El presidente intentó esbozar una defensa de los nuevos tiempos que pretendía encarnar la Carta Magna. La reacción del Rey, según Pilar Eyre, fue: “¡Una mierda para los nuevos tiempos! ¡Elena no puede reinar y punto en boca! ¡No tengo que dar más explicaciones!”. Así, quedaría sellado el destino de la infanta en la línea de sucesión.

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Una Constitución con un encargo muy personal | Fuente: Europa Press

El 6 de diciembre de 1978, España ratificaba una Constitución que, en su artículo 57, establecía: “La Corona de España es hereditaria (…) teniendo preferencia el varón sobre la mujer”. El texto llevaba un veto personal y familiar. La infanta Elena, por el hecho de ser mujer y, según parece, por la voluntad explícita de su padre, quedaba relegada, ha expresado Pilar Eyre. Fue una decisión deliberada. Con ella, Juan Carlos I no solo apartaba a su hija mayor, sino que perpetuaba una tradición que la sociedad de la época empezaba a cuestionar. La preferencia del varón. 

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Pero, ¿por qué? Las explicaciones oficiales nunca existieron. Solo quedaron los testimonios de aquellos encuentros privados. La frase “no está en condiciones de reinar” abrió un abanico de especulaciones que, durante décadas, han rodeado la figura de la hija mayor de los Reyes Eméritos. 

El perfil de una infanta relegada

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El perfil de una infanta relegada | Fuente: Agencias

También ha contado Pilar Eyre en Lecturas que los relatos sobre la infancia y juventud de Elena dibujan a una joven que no encajaba fácilmente en el molde rígido de la Casa Real. Hablan de dificultades en los estudios, de la necesidad de profesores particulares y de un cambio a un centro escolar menos exigente. Incluso se mencionan visitas a una psicóloga durante su adolescencia, acompañada por el entonces secretario de la Casa, Sabino Fernández Campo.

Su estilo, descrito como “ñoño” en aquellos años, también fue motivo de preocupación para su propio padre. “Oye, ¿por qué no la vistes de otra manera? ¡No la vamos a casar nunca!”, le comentaría el Rey a la Reina Sofía. Elena heredaba los trajes de su madre con pocas modificaciones, un símbolo de una vida que parecía transcurrir siempre a la sombra de los protocolos y las expectativas ajenas.

Sin embargo, contra todo pronóstico, se casó. Su boda con Jaime de Marichalar en la catedral de Sevilla fue un evento lleno de momentos torpes, como cuando la infanta tropezó repetidamente con el velo. Para colmo, el Rey asistía con el brazo roto, sufrido esquiando en Candanchú.

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Un matrimonio bajo la lupa familiar | Fuente: Europa Press

La relación de Jaime de Marichalar con la familia real nunca fue fluida. Testigos de la época relatan escenas elocuentes, como una mañana en el Club de Polo de Barcelona. Mientras el rey Juan Carlos I bromeaba con la infanta Cristina y sus nietos, celebrando los triunfos hípicos de Elena, Marichalar permanecía apartado. Nadie se acercaba a hablar con él.

Los problemas de salud de Marichalar, incluido un ictus, y las evidentes dificultades en la pareja eran un secreto a voces. Cuando Elena finalmente le comunicó a su padre su deseo de separarse, se topó con una férrea oposición. 

“Ya le he dicho que una mujer separada, en España, socialmente se convierte en un cero a la izquierda…”, le confesó Juan Carlos a su médico de confianza, según cuenta Eyre. Ante la pregunta de qué debía hacer entonces la pareja si no se llevaba bien, la respuesta del monarca fue: “Pues aguantar y joderse, como hemos hecho todos”. Finalmente, en 2007 se anunció un “cese temporal de la convivencia”, y el divorcio llegó tres años después. 

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