Es mágica e intocable: el rincón de la Costa da Morte donde mirar es gratis, pero tocar te sale carísimo

Situada en Laxe, este paraje insólito nos recuerda que la naturaleza tiene una capacidad de regeneración asombrosa, aunque la mano del hombre insista en desafiar las normas y llevarse a casa lo que no le pertenece.

Nadie imaginaría que uno de los rincones más fotografiados de la Costa da Morte tiene un origen tan poco glamuroso como un antiguo vertedero municipal. La realidad es que la naturaleza transformó los desechos en belleza con la paciencia infinita de las mareas del Atlántico durante décadas. Aquellas botellas y vidrios rotos que se tiraban antaño fueron devueltos a la orilla, pulidos y suavizados, creando un manto de cuentas de colores que hoy conocemos como la Praia dos Cristais.

El efecto visual es tan hipnótico que atrae a miles de curiosos cada año hasta este punto de Laxe, buscando la foto perfecta para sus redes sociales. Sin embargo, la masificación turística está matando este ecosistema de una forma silenciosa pero imparable, vaciando la cala de sus famosos cristales. Lo que el mar tardó medio siglo en esculpir, los turistas lo están desmantelando verano tras verano al meterse un puñado de "piedrecitas" en el bolsillo como recuerdo.

UN DELITO CONTRA EL PATRIMONIO NATURAL GALLEGO

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Llevarse un simple cristal de esta playa puede parecer un acto inocente, pero las autoridades de la Costa da Morte ya han dicho basta y las sanciones no son ninguna broma. Aunque mirar es gratis, las multas por expoliar el entorno natural pueden convertir tus vacaciones baratas en una pesadilla financiera si te pillan con las manos en la masa. La normativa de costas en Galicia es cada vez más estricta para proteger estos espacios singulares, y las sanciones por alterar el medio pueden oscilar entre cientos y miles de euros según la gravedad.

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No se trata solo del dinero, sino de la irreversibilidad del daño causado a este pequeño arenal que no tiene capacidad de reposición natural. Debemos entender que estos cristales no se regeneran como las conchas, ya que el vertedero se cerró hace muchos años y no hay "materia prima" nueva entrando al mar. Cada pieza verde, marrón o transparente que sale de la playa en un bolsillo es una pieza que se pierde para siempre, condenando al lugar a volver a ser una simple cala de arena común.

LA CAMPAÑA QUE PIDE SENTIDO COMÚN

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Ante la desaparición gradual de la superficie brillante, el ayuntamiento de Laxe y diversas asociaciones de la Costa da Morte lanzaron la campaña "Elas non son souvenirs" para frenar el expolio. El objetivo es claro, pues la concienciación es más efectiva que la vigilancia policial en un entorno tan abierto y difícil de controlar las veinticuatro horas. Carteles informativos y la presión social de los propios vecinos intentan disuadir a los visitantes de agacharse a recoger lo que es patrimonio de todos.

Lo más curioso de este fenómeno es que, en un ataque de arrepentimiento o miedo, mucha gente ha empezado a devolver los cristales robados años después. De hecho, el ayuntamiento recibe paquetes postales anónimos con vidrios y cartas de disculpa de turistas que, al llegar a casa, comprendieron que ese brillo solo tiene sentido junto al mar. Es un gesto que honra a quien rectifica, pero que evidencia la falta de cultura de turismo responsable que todavía arrastramos.

MÁS ALLÁ DE LOS DESTELLOS DE VIDRIO

Aunque la playa de los Cristales es el imán mediático, el municipio de Laxe ofrece un catálogo de maravillas que justifican por sí solas el viaje a esta zona de la Costa da Morte sin necesidad de depredar el entorno. Los viajeros inteligentes saben que la playa de Soesto es un paraíso salvaje ideal para los amantes del surf y la tranquilidad, lejos de la obsesión por los souvenirs. Perderse por su paseo marítimo o disfrutar de la gastronomía local es infinitamente más gratificante que obsesionarse con unos trozos de vidrio.

La historia de esta región está escrita en piedra y salitre, con leyendas de naufragios que le dieron su nombre a la costa y faros que cortan la niebla como espadas de luz. Visitar el Faro de Laxe permite ver cómo el Atlántico bate con una fuerza sobrecogedora contra los acantilados, regalando un espectáculo de espuma y sonido que ninguna cámara puede captar del todo. Es en esa inmensidad donde uno se da cuenta de lo ridículo que es intentar poseer un trozo de paisaje.

UNA LECCIÓN DE RESPETO MEDIOAMBIENTAL

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El futuro de la Praia dos Cristais depende exclusivamente de que cambiemos nuestra mentalidad de "consumidores de paisajes" a "observadores respetuosos" cuando visitamos la Costa da Morte. Si la tendencia actual continúa, los expertos auguran la desaparición total de la capa de cristales en muy pocos años, dejando solo el nombre de la playa como un triste recuerdo irónico. Sería una paradoja cruel que el turismo, que debería poner en valor la belleza, sea el verdugo que termine con ella.

Viajar implica una responsabilidad ética con los lugares que nos acogen, y dejarlo todo exactamente como lo encontramos es la única huella que deberíamos permitirnos. Al final del día, la mejor experiencia es la memoria visual de ese rincón mágico brillando al atardecer, intacto y compartido. Proteger estos lugares "intocables" es la única manera de asegurar que las próximas generaciones no tengan que conformarse con verlos solo en fotos de archivo.

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