La princesa Leonor será la primera mujer en ocupar el trono con pleno derecho desde Isabel II en el siglo XIX. Mientras termina su formación militar, que concluirá a mediados de 2026, el país observa con cariño y curiosidad el crecimiento de su futura jefa de Estado. Una de las grandes incógnitas, como pasa con cualquier persona joven, es su vida sentimental. ¿Con quién compartirá su vida? ¿Qué pasa si se enamora de otro príncipe heredero?
Lejos quedan los tiempos de los matrimonios de Estado arreglados. El propio rey Felipe VI rompió moldes al casarse con Letizia Ortiz, una periodista divorciada y sin linaje real. Se supone que la princesa Leonor tendrá libertad para elegir. Podría conocer a alguien en la Academia, en un viaje, a través de amigos. O podría, hipotéticamente, cruzarse con el heredero de otro trono. ¿Qué pasaría entonces? Una experta en protocolo ha analizado este escenario en la revista Lecturas.
¿Qué pasaría si la princesa Leonor se casa con otro heredero al trono?

María José Verdú, experta en protocolo y etiqueta, ha abordado esta cuestión en las páginas de la revista Lectura. Ella lo define de la siguiente manera: la posibilidad“plantea un escenario que combina derecho constitucional, tradición monárquica y diplomacia contemporánea”.
Aunque suene a trama de película, la reflexión es necesaria. “Aunque parece un supuesto propio de la ficción, invita a reflexionar sobre cómo encajarían el deber institucional y la vida personal en un contexto en el que las monarquías actuales operan bajo marcos legales muy definidos”, explica Verdú.
El núcleo del problema está en la doble jefatura de Estado. Imaginemos que la princesa Leonor se casa con, por ejemplo, el heredero al trono de los Países Bajos o de Suecia. Si ambos están llamados a reinar, ¿podrían hacerlo en dos países a la vez? La respuesta de la experta es que la ley española no lo permite.
Un escenario constitucionalmente inviable

María José Verdú también explica que: “La realidad es que el ordenamiento constitucional español no contempla la figura de un monarca que ejerza simultáneamente la jefatura del Estado en otra nación”. Es una cuestión de lealtad y función. “Cada país tiene sus propias normas, su propio marco político y expectativas específicas sobre el papel del monarca”, señala la experta.
Pensemos en un conflicto de intereses, por poner un caso extremo. ¿A qué país representaría en una cumbre internacional? ¿Cuál de los dos intereses nacionales defendería? Sería una fuente constante de problemas.“En un entorno internacional donde los intereses de los Estados pueden divergir, sería difícil que una misma persona representara de forma neutral y exclusiva a dos naciones distintas”.
Es cierto que la historia de Europa está llena de uniones dinásticas. Reyes que gobernaban varios territorios a la vez. Pero aquello era otra época. “Ocurrieron en contextos muy alejados de los actuales en los que la monarquía era un poder político activo y no una institución simbólica sometida a constituciones democráticas”, aclara Verdú. Sin embargo, las reglas del juego han cambiado por completo durante los últimos años.
La solución más probable: una renuncia

Entonces, si este hipotético romance entre herederos llegara a darse, ¿cómo se resolvería? La experta en protocolo comenta que habría que elegir. “Ante un escenario así, lo más probable sería que uno de los dos terminara renunciando a su derecho sucesorio”, afirma.
Entonces, no es lo mismo que la pareja de la princesa Leonor sea, por ejemplo, un príncipe secundario, que no vaya a reinar. “Si la otra persona no fuera heredera directa, la situación sería más sencilla, ya que podría conservar su posición dentro de su familia real sin aspirar al trono, permitiendo que Leonor mantuviera su papel como futura reina de España”, explica Verdú.
Pero si los dos están en primera línea de sucesión, la situación se complica. “La doble jefatura de Estado resultaría tan compleja políticamente que la renuncia de uno sería la solución más realista para evitar tensiones constitucionales o diplomáticas”. Es decir, la relación podría costarle el trono a uno de los dos.
Monarquías modernas entre la tradición y la libertad

Las casas reales europeas ya no son lo que eran. Han tenido que modernizarse y buscar un equilibrio. “La elección de pareja se percibe cada vez más como un derecho individual y no como una herramienta política”, comenta María José Verdú. “Pero esa evolución convive con la necesidad de preservar la neutralidad y claridad de las funciones de la corona”, añade. Es decir, pueden tener más libertad para casarse por amor, pero sin que eso ponga en riesgo la institución que representan.
La experta incluso ve un lado positivo en esta hipótesis tan remota. “Un matrimonio entre dos herederos reales podría verse como una oportunidad para reforzar vínculos diplomáticos y actualizar ciertas tradiciones, aunque siempre bajo el principio de no comprometer la coherencia constitucional de cada país”.







