El nuevo peluche de tu hijo es en realidad un 'amigo invisible' con IA que sabe más de él que sus padres

Habla, escucha y recuerda, pero no es solo un juguete más. Los nuevos peluches con inteligencia artificial prometen compañía y aprendizaje, mientras recopilan datos y construyen un perfil del niño casi sin que nadie lo note. La pregunta es incómoda, pero necesaria: ¿quién conoce realmente mejor a tu hijo, tú o su muñeco favorito?

El tema de la Inteligencia Artificial (IA) pica y se extiende y esta vez la polémica gira en torno a los más pequeños de la casa. ¿Te imaginas que el peluche favorito de tu hijo recuerde lo que le gusta, cómo se siente o qué pregunta siempre antes de dormir? No es ciencia ficción ni una exageración, ya está pasando. Los juguetes con inteligencia artificial han llegado a las habitaciones infantiles prometiendo compañía, aprendizaje y diversión personalizada.

A primera vista parecen inofensivos, peluches adorables, robots simpáticos, mascotas que hablan. Pero detrás de esos ojos grandes y voces amables hay tecnología muy parecida a la que usan los adultos para chatear con asistentes virtuales avanzados. Y ahí empiezan las preguntas incómodas.

Porque cuando un juguete escucha, responde y “aprende” de un niño, también recopila información. Mucha más de la que imaginamos. Y no siempre está claro quién la controla, cuánto tiempo se guarda o para qué se usa realmente.

Publicidad

Cuando el juguete escucha más de lo que debería

Cuando el juguete escucha más de lo que debería
Ciertos juguetes con IA pueden mantener conversaciones inapropiadas. Fuente: Agencias

Y es que los nuevos peluches inteligentes no solo hablan, escuchan conversaciones, registran preguntas, “recuerdan rutinas y adaptan sus respuestas” a la personalidad del niño. Para lograrlo, utilizan micrófonos, conexión a internet y modelos de lenguaje avanzados que analizan cada interacción. El resultado es un juguete que parece conocer al menor mejor que nadie, incluso mejor que sus propios padres.

El problema surge cuando esa información sale del ámbito del juego. Algunas investigaciones han demostrado que ciertos juguetes con IA pueden mantener conversaciones inapropiadas, responder sin filtros o incluso dar indicaciones peligrosas si se les insiste lo suficiente. No porque “quieran” hacerlo, sino porque la tecnología no siempre distingue bien que está hablando con un niño, o es lo que muchos creen hasta el momento.

Privacidad infantil: el precio oculto del juguete inteligente

Privacidad infantil: el precio oculto del juguete inteligente
Muchos de estos juguetes almacenan grabaciones de voz, historiales completos de charla. Fuente: Agencias

Más allá del contenido de las conversaciones, hay un aspecto que suele pasar desapercibido, “los datos”. Muchos de estos juguetes almacenan grabaciones de voz, historiales completos de charla e incluso información biométrica como patrones emocionales o reconocimiento facial. Datos íntimos que, en algunos casos, se conservan durante años.

Lo inquietante es que el propio juguete puede asegurarle al niño que “no cuenta secretos”, mientras en segundo plano esos datos se envían a servidores externos o se comparten con terceros. Para un adulto ya es difícil entender las políticas de privacidad; para un menor, es simplemente imposible. Y ahí se abre una brecha delicada entre juego, vigilancia y negocio.

¿Un amigo artificial puede reemplazar vínculos reales?

¿Un amigo artificial puede reemplazar vínculos reales?
Expertos en desarrollo infantil advierten que puede empobrecer habilidades clave como la negociación, la frustración o la empatía real. Fuente: Agencias

Muchos de estos juguetes se presentan como compañeros constantes, siempre disponibles, siempre amables, siempre de acuerdo. Esa relación sin conflicto puede parecer ideal, pero expertos en desarrollo infantil advierten que puede empobrecer habilidades clave como la negociación, la frustración o la empatía real, solo por mencionar algunos datos, porque el riesgo al que están expuestos los menos es realmente considerable, según los expertos incluso en ciberseguridad.

Cuando un niño establece un vínculo emocional fuerte con una IA que se adapta a él y nunca pone límites, el riesgo no es solo tecnológico, sino emocional. La infancia necesita imaginación, silencios, aburrimiento y relaciones humanas imperfectas. Un juguete puede acompañar, pero no debería ocupar el lugar de amigos, familia o juego compartido.

La inteligencia artificial no es el enemigo. Bien usada, puede abrir oportunidades educativas valiosas y apoyar a niños con necesidades específicas. Pero cuando entra en la habitación infantil sin suficiente regulación, transparencia ni criterio, deja de ser un simple juguete.

Publicidad

Quizá estas Navidades, o en el próximo cumpleaños, la pregunta no sea si el peluche habla mejor o sabe más cuentos, sino qué sabe realmente de quien duerme abrazado a él. A veces, el regalo más valioso sigue siendo el más simple, el que no escucha, no guarda datos y deja espacio para imaginar. Porque no todo lo que habla… debería hacerlo.

Publicidad