San Juan Evangelista, santoral del 27 de diciembre

Hoy celebramos a una de las figuras más enigmáticas y queridas del cristianismo, apenas dos días después de la Navidad. Esta festividad nos invita a reflexionar sobre el legado del discípulo que cuidó de la Virgen María y cuyos escritos teológicos siguen marcando profundamente la espiritualidad y la cultura occidental tras dos milenios.

Hoy el calendario litúrgico se detiene en San Juan Evangelista, el único de los doce apóstoles que tuvo la suerte de no morir martirizado y alcanzar una vejez tranquila. Es curioso cómo la historia nos presenta al discípulo amado como una figura clave para entender los misterios que rodean el nacimiento que acabamos de celebrar hace unas horas. Su presencia en estas fechas no es casualidad, sino un recordatorio de la cercanía con lo divino.

Muchos desconocen la profundidad de sus textos y la confianza real que tuvo con el Maestro durante los momentos más críticos de su vida pública en Judea. Resulta fascinante descubrir que fuera el encargado de proteger a María tras la crucifixión, un detalle que cambió para siempre la historia de la devoción mariana en el mundo católico. Esta responsabilidad lo convierte en un pilar fundamental para la Iglesia primitiva y actual.

EL DISCÍPULO MÁS JOVEN Y CERCANO A JESÚS

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La tradición siempre ha representado a San Juan Evangelista como un hombre joven, casi un adolescente, recostado con confianza sobre el pecho del Mesías en la Última Cena. Los expertos coinciden en que su juventud le permitió absorber las enseñanzas con una pureza y una fidelidad que luego trasladaría magistralmente a sus escritos canónicos y cartas. Esa imagen de intimidad se ha convertido en un icono del arte sacro universal.

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Formaba parte del círculo más íntimo de confianza, testigo de eventos sobrenaturales como la Transfiguración en el monte Tabor o la agonía en el huerto de Getsemaní. No deja de sorprender que fuera el único que permaneció al pie de la cruz, demostrando una valentía serena que contrastaba con la huida temerosa del resto de los compañeros apostólicos. Su lealtad en el momento más oscuro definió su carácter para la posteridad.

UN VUELO DE ÁGUILA SOBRE LA TEOLOGÍA

Se le asocia iconográficamente con el águila porque su evangelio se eleva por encima de los datos biográficos simples para alcanzar las alturas de la divinidad del Verbo. Es innegable que su prólogo es una de las cumbres de la literatura universal, capaz de sintetizar en pocos versos la naturaleza eterna de Dios y su encarnación en la historia humana concreta. Por ello, es venerado justamente como el patrón de los teólogos y escritores.

Además del cuarto evangelio y las epístolas, se atribuye a San Juan Evangelista la autoría del Apocalipsis, escrito durante su destierro forzoso en la isla griega de Patmos. Resulta estremecedor pensar que tuvo visiones del fin de los tiempos mientras vivía aislado en una cueva, legando a la humanidad un texto lleno de esperanza y símbolos misteriosos. Sus palabras siguen siendo objeto de estudio y debate inagotable hoy en día.

EL MILAGRO DEL CALDERO DE ACEITE HIRVIENDO

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Aunque la Iglesia lo venera como a un mártir en espíritu, este santo sobrevivió milagrosamente a las torturas ordenadas por el cruel emperador Domiciano en Roma. Las crónicas antiguas narran que salió ileso y rejuvenecido de un caldero de aceite, un prodigio que desconcertó a sus verdugos y provocó su posterior exilio en lugar de la pena capital inmediata. Este evento se conmemora tradicionalmente en la puerta Latina de la ciudad eterna.

Otra leyenda muy extendida cuenta que un sacerdote del templo de Diana en Éfeso le retó a beber una copa de vino envenenado para probar la fuerza de su fe. La iconografía suele mostrar que el veneno salió de la copa en forma de serpiente, permitiendo al apóstol beber el contenido sin sufrir daño alguno ante la mirada atónita de los paganos presentes. Este episodio refuerza su imagen de protegido divinamente contra el mal.

LA BENDICIÓN DEL VINO EN SU HONOR

En muchas regiones de Europa central, especialmente en Alemania y Austria, este día 27 de diciembre se mantiene viva la hermosa costumbre del "vino de Juan. Es una tradición donde las familias llevan botellas a la iglesia para bendecirlas, invocando la protección de San Juan Evangelista contra los peligros y las enfermedades del cuerpo y del alma. El rito conecta lo sagrado con la vida cotidiana de una forma muy especial.

Este vino bendecido se consume en ocasiones importantes, como bodas o despedidas, o se ofrece a los viajeros antes de emprender una larga jornada para desearles suerte. Se suele brindar diciendo que se bebe el amor de San Juan, un gesto que refuerza los lazos comunitarios y recuerda el mandamiento principal que el apóstol predicó incansablemente. Es un "brindis" que va más allá de la simple celebración social.

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EL MENSAJE VIGENTE DEL AMOR FRATERNO

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Al final de sus días en Éfeso, cuando ya apenas tenía fuerzas para predicar largos sermones a sus seguidores, San Juan Evangelista se limitaba a repetir una y otra vez: "Hijitos, amaos los unos a los otros". Nos damos cuenta de que esa frase resume toda la ley cristiana, convirtiéndose en el testamento espiritual más potente que podría haber dejado a las generaciones futuras de creyentes. Su simplicidad esconde la mayor exigencia ética posible.

Celebrar su onomástica justo después de la Navidad nos ayuda a no perder de vista lo esencial entre tantas luces, compras y regalos efímeros de estas fechas. Quizás hoy sea el mejor momento para poner en práctica ese amor incondicional, recordando al hombre que nos enseñó con su vida que Dios es, ante todo y sobre todo, amor.

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