Uncastillo con seis iglesias románicas nevadas: el tesoro medieval de Zaragoza

Imagina un lugar donde el invierno se convierte en arte y el silencio solo se rompe por el crujido de tus pasos sobre la nieve. Existe un rincón en el norte de Aragón que parece un decorado de cine, pero es pura historia tallada en piedra.

No es casualidad que Zaragoza esconda joyas como Uncastillo, una localidad que redefine el concepto de turismo rural. Al llegar, la imponente silueta de su fortaleza sobre la Peña de Ayllón te da la bienvenida, vigilando un entramado urbano que ha sabido congelar su esencia medieval. Es un destino que no se visita, se respira, especialmente cuando el frío de la montaña invita a perderse por sus callejuelas empedradas y solitarias. Aquí, el estrés de la ciudad se disuelve entre fachadas blasonadas y el humo de las chimeneas.

La atmósfera que envuelve a este municipio zaragozano cambia radicalmente con la llegada de las primeras nevadas. El manto blanco resalta la arquitectura de sus casonas solariegas, creando un contraste visual que enamora a fotógrafos y viajeros por igual. Lejos de las rutas masificadas, este enclave de las Cinco Villas ofrece una desconexión real para quienes buscan autenticidad. Es el punto de partida perfecto para entender por qué Aragón es tierra de contrastes y leyendas.

ZARAGOZA: EL MISTERIO DE LAS SEIS IGLESIAS ROMÁNICAS

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Lo que hace único a este pueblo no es solo su castillo, sino una densidad monumental difícil de creer: atesora seis iglesias románicas en su casco urbano. Pasear por sus calles es ir tropezando con la historia del arte en cada esquina, desde la majestuosa Santa María hasta la sobria San Juan. Este despliegue arquitectónico del siglo XII supone un récord patrimonial que muy pocos lugares en Europa pueden igualar en tan poco espacio. Cada templo cuenta una historia diferente de fe, poder y canteros magistrales.

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Entre todas ellas, la iglesia de San Martín de Tours destaca por haber sabido reinventarse como el Centro de Arte Religioso del Prepirineo. No es solo un edificio religioso, es un espacio vivo donde el visitante puede comprender las claves del románico mientras se refugia del frío exterior. La riqueza escultórica de sus portadas narra pasajes bíblicos en piedra con un nivel de detalle que, bajo la luz invernal, cobra un dramatismo casi mágico. Es una lección de historia al aire libre que no requiere libros de texto.

UN BARRIO JUDÍO QUE ACABA DE HACER HISTORIA

La judería de Uncastillo es un laberinto de tiempos pasados que, curiosamente, es noticia de máxima actualidad. Hace apenas unos días, en diciembre de 2025, la localidad celebró su incorporación oficial a la prestigiosa Red de Juderías de España, un reconocimiento que pone en valor su increíble legado sefardí. Caminar por el barrio de Barrionuevo significa pisar la misma historia que habitaron las familias hebreas antes de la expulsión de 1492. El trazado de sus calles estrechas y sinuosas se mantiene prácticamente intacto.

El corazón de este legado late en su sinagoga, recuperada gracias al empeño de la Fundación Uncastillo tras siglos de olvido y usos diversos. Es un espacio conmovedor que permite visualizar la vida cotidiana de la comunidad judía medieval en esta zona de Aragón. La visita a este templo y al cementerio judío extramuros aporta una perspectiva cultural única, completando un viaje que va mucho más allá de lo puramente estético. Es el complemento perfecto para entender la convivencia de culturas que forjó el carácter de esta tierra.

ROMA SIGUE VIVA BAJO EL SUELO ARAGONÉS

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A escasos kilómetros del núcleo medieval, la historia retrocede mil años más en el yacimiento de Los Bañales. Este enclave arqueológico es uno de los más activos y prometedores de toda la península, revelando cada verano nuevos secretos de una ciudad romana cuyo nombre real sigue siendo un enigma. Los trabajos de excavación recientes han sacado a la luz hallazgos que confirman la importancia estratégica de esta urbe en la ruta entre Caesaraugusta y el Pirineo.

Visitar Los Bañales en invierno tiene un encanto especial, con la bruma envolviendo las columnas del foro y los pilares del acueducto. La monumentalidad de sus termas y el sistema hidráulico, construido a finales del siglo I, demuestran la ingeniería avanzada que Roma trajo a estas tierras mañas. Pasear entre estas ruinas milenarias despierta la imaginación del viajero, que puede visualizar el ajetreo de una ciudad imperial en medio de la soledad del paisaje actual. Es un contraste brutal entre el silencio de hoy y el bullicio de ayer.

NIEVE Y PIEDRA: UNA POSTAL DE INVIERNO ÚNICA

Cuando la nieve cubre los tejados de Uncastillo y las cumbres cercanas, el paisaje se transforma en una obra de arte monocromática. La luz del invierno en las Cinco Villas tiene una calidad especial, dorada y baja, que arranca texturas imposibles a la piedra arenisca de los monumentos. Es el momento ideal para los amantes del "slow travel", aquellos que saben que el frío se combate con buenos momentos y paisajes que cortan la respiración. No hay mejor filtro para tus fotos que la luz natural de una mañana de enero en este valle.

El entorno natural invita a realizar pequeñas caminatas si el clima lo permite, o simplemente a contemplar las vistas desde la Torre del Homenaje. Desde lo alto, la panorámica de los campos nevados y las seis torres de las iglesias recortadas contra el cielo es una imagen que se graba en la retina. La belleza aquí no es ostentosa ni artificial, reside en la armonía absoluta entre la obra del hombre y la naturaleza agreste que la rodea. Es un recordatorio de la resistencia y la belleza de la vida rural.

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GASTRONOMÍA DE CUCHARA PARA ENTRAR EN CALOR

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Ninguna visita a la provincia de Zaragoza está completa sin rendir homenaje a su contundente gastronomía, especialmente necesaria en los meses fríos. En Uncastillo, los fogones trabajan a fuego lento para ofrecer platos que reconfortan el cuerpo y el alma tras una jornada de turismo. El ternasco de Aragón y las migas con uva son los protagonistas indiscutibles de una mesa que sabe a tradición y a producto de kilómetro cero. Aquí se come como antes, con sabor, fundamento y sin prisas.

Para cerrar la experiencia, nada mejor que probar la repostería local, donde las tortas de manteca o los dobladillos ponen el broche dulce. Sentarse en una taberna local, con una copa de vino de la tierra y el calor de la gente del pueblo, es la mejor forma de terminar el día. Al final, lo que te llevas de Uncastillo no son solo fotos de iglesias o ruinas romanas, sino la calidez de su acogida y la certeza de haber descubierto un tesoro que brilla con luz propia en el mapa de España.

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