Los españoles engordan 3 kilos de media en Navidad: estos son los días que más peso sumas

No se trata de renunciar a todo lo bueno ni de contar calorías obsesivamente en la mesa. La clave está en gestionar con inteligencia los momentos de mayor peligro calórico y disfrutar con cabeza.

Llegamos a estas fechas tan señaladas con cierto miedo porque la Navidad suele pasar una factura muy alta a nuestra cintura y a nuestra salud digestiva. Todos sabemos que las celebraciones se encadenan sin descanso hasta entrado el mes de enero, creando una tormenta perfecta de calorías vacías y grasas saturadas. El problema real es que comemos el doble de lo necesario sin apenas darnos cuenta entre tanta bandeja de turrones, mazapanes y aperitivos interminables. Es vital identificar cuándo debemos pisar el freno para no arrepentirnos después de haber tirado por la borda el esfuerzo de todo el año.

Los nutricionistas españoles han puesto cifras concretas al desastre y confirman que el aumento de talla es una realidad generalizada en nuestro país tras la época festiva típica de la Navidad. No es solo una cuestión puramente estética, sino de salud metabólica tras varias semanas de descontrol absoluto con la comida procesada y la bebida. Lo cierto es que los españoles engordan tres kilos de media durante estas semanas festivas, un lastre pesado que luego tardamos varios meses en eliminar con mucho sudor y sacrificio en el gimnasio.

EL INICIO DEL DESCONTROL CALÓRICO

Todo comienza con la temida cena de Nochebuena, un momento donde la ingesta calórica puede triplicar fácilmente lo que un adulto medio necesita para todo un día completo de actividad. Nos sentamos a la mesa con hambre acumulada y atacamos los entrantes salados como si no hubiera un mañana, olvidando que luego viene el plato principal. El gran error es que llegamos a la cena con el estómago vacío pensando que así compensamos el exceso posterior, cuando en realidad provocamos un pico de ansiedad por comer totalmente incontrolable.

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Al día siguiente llega la tradicional comida del 25 de diciembre, sumando más excesos a unas cenas de Navidad que el cuerpo aún no ha tenido tiempo de digerir correctamente. Las sobras se convierten en protagonistas de la mesa y el alcohol sigue fluyendo sin que apenas notemos sus efectos inmediatos por la costumbre social. Es habitual que se consuman más de 1.500 calorías en una sola sentada familiar, bloqueando temporalmente la capacidad natural de nuestro organismo para procesar tal cantidad de grasa y azúcares refinados.

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LA TRAMPA DE LA ÚLTIMA NOCHE DEL AÑO

La despedida del año viejo suele ser la excusa perfecta para beber más de la cuenta y comer alimentos muy procesados bajo el pretexto de la magia de la Navidad y el fin de ciclo. Durante la Nochevieja, el consumo de alcohol se dispara exponencialmente en las casas españolas, aportando calorías vacías que se transforman directamente en tejido adiposo. Los expertos advierten que el alcohol es el gran enemigo invisible de estas celebraciones nocturnas, pues suma cientos de calorías sin aportar ningún nutriente y desinhibe nuestro control racional sobre la comida.

El día de Año Nuevo perpetúa la dinámica de comer sin hambre real, a menudo utilizando la comida grasa para combatir la resaca de la noche anterior. Volvemos a reunirnos alrededor de mesas repletas de comida hipercalórica, creyendo erróneamente que un día más no hará daño a nuestro metabolismo. La realidad es que el cuerpo entra en estado inflamatorio debido al exceso continuado de sodio y azúcares, provocando una retención de líquidos severa que dispara el peso en la báscula casi de inmediato.

EL ROSCÓN PONE EL BROCHE FINAL

Cuando pensamos ingenuamente que lo peor ha pasado, llega la festividad de Reyes para darnos el golpe de gracia nutricional justo antes de volver a la rutina. La tarde del 5 de enero y el desayuno del día 6 están marcados por el tradicional Roscón, una bomba de azúcar y nata irresistible que marca el final de la Navidad. Este dulce típico provoca que ingiramos una cantidad desorbitada de azúcar en muy poco tiempo, generando picos de insulina brutales que favorecen la acumulación rápida de grasa en la zona abdominal.

Muchos españoles aprovechan este cierre de fiestas para darse el último homenaje gastronómico antes de volver a la oficina y a los buenos propósitos. Es el momento en el que se termina todo lo que queda en la despensa, desde polvorones hasta bombones, para "no tirar nada" a la basura. Esta mentalidad de "todo vale" hace que consumamos las últimas reservas de dulces de forma compulsiva, añadiendo esos gramos finales que consolidan y fijan el aumento de peso total en nuestro cuerpo.

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LO QUE BEBES TAMBIÉN TE HACE ENGORDAR

A menudo nos centramos obsesivamente en los platos principales y olvidamos que las copas suman tanto o más que los propios alimentos sólidos en cada brindis de Navidad. El vino, el cava y los licores de sobremesa son compañeros inseparables durante estas semanas festivas en todos los hogares de España. Hay que recordar siempre que las bebidas alcohólicas frenan la quema de grasas de manera inmediata, ya que el hígado prioriza la eliminación del alcohol tóxico sobre cualquier otra función metabólica de depuración.

No solo el alcohol es culpable del aumento de peso, sino también los refrescos azucarados que acompañan a las largas sobremesas familiares tras los postres. Estas bebidas disparan los niveles de glucosa en sangre sin aportar saciedad alguna, engañando a nuestro cerebro para seguir comiendo más cantidad. Los nutricionistas insisten en que beber agua entre copa y copa es una estrategia sencilla, barata y muy efectiva para reducir la ingesta total de calorías vacías y mantenernos bien hidratados.

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EL PELIGRO DE LOS DÍAS INTERMEDIOS

El problema no son solo los días señalados en rojo en el calendario, sino lo que hacemos erróneamente entre fiesta y fiesta durante la Navidad. Muchas personas continúan comiendo sobras y dulces de Navidad durante los días laborables intermedios, impidiendo que el organismo se recupere del estrés digestivo. Mantener este ritmo provoca que el cuerpo no tenga descanso digestivo alguno durante casi tres semanas completas, lo que cronifica la hinchazón abdominal y facilita el depósito de nueva grasa.

Es crucial recuperar la normalidad absoluta en las comidas los días que no son festivos para compensar los excesos puntuales de las fechas clave. Volver a las verduras, las legumbres y las proteínas limpias ayuda a depurar el sistema y a frenar la escalada de peso antes de que sea tarde esta Navidad. Sin embargo, ocurre a menudo que seguimos picando turrón a deshoras simplemente porque lo tenemos a la vista en la bandeja del salón, boicoteando cualquier intento de equilibrio nutricional.

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ESTRATEGIAS PARA NO CAMBIAR DE TALLA

No es necesario aislarse socialmente ni comer lechuga triste mientras los demás disfrutan del banquete de Navidad, pero sí aplicar el sentido común. La clave reside en ser selectivos con lo que ponemos en el plato y priorizar la calidad del producto sobre la cantidad desmesurada que nos ofrecen. Los expertos recomiendan encarecidamente que nos sirvamos una sola vez en el plato para tener consciencia visual real de lo que vamos a comer, evitando el picoteo constante e inconsciente de las fuentes centrales.

Moverse es la otra mitad de la ecuación imprescindible para no terminar la Navidad con esos tres kilos extra adheridos a nuestro cuerpo. Aprovechar los días libres para dar paseos largos o hacer ejercicio de fuerza antes de las comidas grandes activa el metabolismo de forma eficaz. Está demostrado científicamente que realizar actividad física en ayunas o antes de las grandes comilonas mejora la sensibilidad a la insulina y ayuda a gestionar mucho mejor esa carga calórica extra que vamos a ingerir.

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