Un experimento social sin red, eso es ‘La casa de los gemelos 2’. Desde el pasado domingo 7 de diciembre, el reality ha detonado en el mundo digital. El proyecto creado por los youtubers Carlos y Daniel Ramos, ha enganchado a miles de personas y ha copado la conversación en redes sociales.
El éxito de ‘La casa de los gemelos 2’ viene acompañado de una pregunta incómoda: ¿realmente está comiéndole el terreno a la televisión tradicional, o solo estamos ante un espejismo de la era digital? Las cifras y los métodos pintan un cuadro mucho más complejo de lo que parece a simple vista.
La idea base suena familiar. Se trata de encerrar a un grupo de personas en una casa por un premio de 100.000 euros, con nominaciones y convivencia, siguiendo el esquema clásico de ‘Gran Hermano’. El espacio tiene sus habitaciones, baño, cocina y jacuzzi. Pero ahí terminan todas las similitudes. Lo que ocurre dentro de ‘La casa de los gemelos 2’ se aleja radicalmente de cualquier protocolo de la telerrealidad convencional. Aquí, literalmente, se permite casi todo. No está regido por las normativas que aplican las cadenas de televisión.
El resultado es un entorno donde los insultos, las peleas y los escupitajos son el pan de cada día. Cuando la situación escala a extremos aún mayores, entra en acción un equipo de seguridad para intentar poner paz. O intervienen los propios gemelos, que modifican las reglas a su antojo.
Las primeras 72 horas de convivencia dejaron escenas que serían impensables en cualquier otro medio: desde La Marrash abriéndole la cabeza a SweetFlow con un macetazo, hasta La Falete tirando un cubo de agua a Teresa mientras esta estaba en el baño. A esto se suman discursos de participantes que promueven abiertamente el machismo, la transfobia, la gordofobia y la violencia.
‘La casa de los gemelos 2’ y el casting diseñado para crear chispa

Parte del magnetismo del programa reside en una mezcla calculada de sus participantes. Los hermanos Ramos han reunido a viejos conocidos de la pantalla chica con rostros virales del universo ‘influencer’. Por un lado, hay figuras de otros realities como Labrador, de ‘Gandía Shore’, o Eros Vidal y Zaira de la Morena, de ‘La isla de las tentaciones’.
Por otro, regresan caras icónicas de la antigua Telecinco, pero en roles de poder: Kiko Hernández hace las veces de presentador de las galas, Coto Matamoros asume el papel de ‘verdugo’ a cargo de los castigos, y Víctor Sandoval actúa como el ‘dictador’. Completan el elenco personajes nacidos en las redes sociales, como La Marrash, La Falete o Misha, acostumbrados a exponer su vida pero no a los límites de un plató tradicional.
Todo este despliegue de comportamientos límite pone sobre la mesa una contradicción evidente en el consumo actual. El mismo espectador que puede denunciar airadamente un conflicto o un comentario inapropiado en un programa de televisión convencional, aquí acepta, comparte y comenta con fascinación escenas de una violencia mucho más explícita.
Se mira para otro lado cuando los protagonistas son ‘influencers’ y el escenario es YouTube. Este doble rasero es fundamental para entender el fenómeno. La percepción de autenticidad, de que “esto es lo que realmente pasa”, y la falta de un filtro editorial claro, parecen otorgar una licencia tácita para un consumo menos crítico y más voyerista.
Por qué comparar audiencias es un error

Que ‘La casa de los gemelos’ es un fenómeno social es indiscutible. Copa conversaciones y ha llegado a tener picos de más de 600.000 espectadores en ‘streaming’. Su irrupción contrasta con los datos de la vigésima edición de ‘Gran Hermano’ en Telecinco, que la semana pasada registró de media 612.000 espectadores. De ahí que surja la idea de que el formato digital le está “comiendo la tostada” al tradicional. Pero esta comparación, como señala el análisis de El Español, es un error de base.
La televisión lineal y YouTube son dos universos mediáticos completamente distintos, con sistemas de medición que no tienen nada que ver. La televisión en España se mide a través de unos 6.000 audímetros que, siguiendo estándares de ‘invitados’ y ‘segundas residencias’, estiman cuántas personas hay detrás de cada pantalla. Estos datos los audita y proporciona una empresa independiente, Kantar Media. Además, se circunscribe estrictamente al ámbito nacional.
En el ‘streaming’, la plataforma (YouTube) muestra conexiones simultáneas, pero no puede saber cuántas personas ven desde un mismo dispositivo, ni su perfil demográfico. Su alcance, además, es global. Comparar un dato auditado, nacional y perfilado (el de la TV) con un dato global, no auditado y sin perfil (el del ‘streaming’) es como comparar peras con manzanas. Son métricas que responden a lógicas diferentes.
Los números hablan por sí solos y la comparativa inevitable

Aclarado que se trata de sistemas distintos, podemos observar los números concretos que ha generado ‘La casa de los gemelos 2’. Según un informe de Dos30’ para El Español, la audiencia media en sus primeros tres días fue de 300.000 espectadores. El estreno promedió 194.300, el segundo día 336.900 y el tercero 368.000. Para poner esto en contexto, estas cifras son similares a lo que consigue cualquier programa de televisión en la franja de la mañana, la de menor consumo.
La distancia se hace abismal al compararlo con el ‘prime time’. Formatos como ‘El Hormiguero’ o ‘La Revuelta’ rondan los dos millones de espectadores de media. Es decir, el reality de YouTube tiene unas catorce veces menos audiencia. Su pico máximo también está lejos del “minuto de oro” televisivo. Un ejemplo reciente es ‘Pasapalabra’, que alcanzó 3.122.460 espectadores en un momento concreto. La comparación con grandes ‘realitys’ históricos es aún más elocuente: ‘GH DÚO’ llegó a 8,2 millones de espectadores solo en España, lo que supone 27 veces más que el formato digital.







