El gazpacho forma parte del verano de muchas casas españolas, pero no todos lo preparan igual ni con el mismo acierto. Lucía García defiende una manera muy sencilla de empezar que, según cuenta, aprendió de su abuela y nunca ha abandonado. No se trata de comprar ingredientes raros, sino de cambiar el orden en el que los usas. Primero ajo y sal en el mortero, después el resto, y ahí empieza la magia.
Su explicación es simple: al machacar el ajo con sal creas una pasta intensa que se reparte mejor por toda la mezcla. Así, cuando añades tomate, pimiento y el aceite, los sabores se integran de otra forma y el resultado es mucho más redondo. Muchos creen que el problema de su gazpacho está en la calidad del tomate, pero a menudo el fallo real es esta base mal trabajada.
QUIÉN ES LUCÍA GARCÍA Y POR QUÉ SU CONSEJO IMPORTA
Lucía no es una chef televisiva ni tiene libros de cocina, pero lleva toda la vida entre fogones. Creció en un pueblo de Sevilla, en una casa donde el mortero siempre estaba sobre la encimera, listo para usarse varias veces al día. Aprendió mirando a su madre y a sus tías, que cocinaban sin pesar nada. De ellas tomó la costumbre de fijarse en los pequeños gestos que marcan la diferencia.
Ahora comparte sus trucos con amigos, vecinos y familiares, sobre todo cuando alguien se queja de que sus sopas frías nunca saben igual que las de casa. No presume de títulos, pero sí de paladar y memoria. Cada vez que explica su método, insiste en que cualquiera puede mejorar si entiende qué hace en cada paso. Por eso su consejo sobre el mortero tiene tanta fuerza y se ha ido corriendo de boca en boca.
EL PAPEL DEL AJO Y LA SAL EN EL SABOR
El ajo no solo aporta aroma, también estructura el gusto del conjunto cuando se trata de una sopa fría como el gazpacho. Si lo echas crudo y entero a la batidora, muchas veces queda mal repartido y aparecen bocados demasiado fuertes. Lucía explica que, al mezclarlo con sal, el ajo se rompe mejor y su jugo se libera. Así impregna todo el líquido de forma uniforme y el resultado gana equilibrio.
La sal actúa como una especie de lija fina dentro del mortero, ayudando a deshacer los trozos de ajo hasta lograr una crema. Esa pasta es lo que luego se mezcla sin esfuerzo con el resto de ingredientes líquidos y sólidos. No tiene nada que ver con unos dientes mal picados flotando en la jarra. Además, al trabajarla antes, suavizas el picor y consigues un sabor más amable.
POR QUÉ EL MORTERO DE ALMIREZ CAMBIA LA RECETA
El mortero de almirez no es un simple capricho antiguo, sino una herramienta que trabaja distinto a la batidora eléctrica. Al presionar y girar, rompes las fibras de los ingredientes sin meter aire de golpe. Eso ayuda a que la mezcla quede más ligada desde el principio. Cuando después pasas todo por la batidora, ya partes de una base uniforme y espesa, mucho más fácil de emulsionar.
Trabajar con mortero también te obliga a ir más despacio y a prestar atención a lo que haces. Notas cuándo el ajo aún ofrece resistencia y cuándo ya se ha convertido en una crema fina. Ese contacto directo con la textura te da pistas que ninguna máquina puede mostrar en una pantalla. Al final, esa calma inicial se nota en el plato y en cómo se disfruta en la mesa.
CÓMO MEJORAR TU GAZPACHO CON UN GESTO SENCILLO
El consejo de Lucía es muy claro: antes de sacar la batidora, dedica un minuto a preparar la base en el mortero. Pon los dientes de ajo pelados con una buena pizca de sal gruesa y machaca hasta lograr una pasta blanca y cremosa. Solo entonces añade parte del tomate y del pimiento, para que se mezclen con esa base. Verás cómo el gazpacho sale más aromático, suave y, al mismo tiempo, con más carácter.
Quienes han probado a hacerlo así notan la diferencia desde el primer sorbo, incluso sin saber qué ha cambiado. Comentan que el sabor parece más redondo y que ya no sienten el ajo repitiéndose toda la tarde. No es cuestión de sofisticar la receta, sino de orden y mimo. Con ese único paso añadido, tu gazpacho casero pasa de correcto a realmente memorable.
ERRORES FRECUENTES AL TRITURAR TODAS LAS VERDURAS A LA VEZ
El hábito más extendido es lavar las verduras, trocearlas como caen y echarlo todo junto a la batidora, sin pensar. Eso provoca que algunas partes queden demasiado procesadas y otras casi enteras, especialmente el ajo y el pimiento. Además, se incorpora mucho aire y la mezcla se llena de espuma. Luego, al enfriarse, el gazpacho pierde cuerpo y se separan las capas, dejando una sensación algo aguada.
Otro fallo habitual es corregir la sal y el vinagre antes de que la mezcla haya reposado en frío. En caliente, los sabores se perciben de una forma distinta y es fácil pasarse intentando compensar. Lucía recomienda dejar la jarra al menos dos horas en la nevera antes de probar de nuevo. Así ajustas el aliño con más precisión y evitas un resultado agresivo o plano.
TRUCOS EXTRA PARA UN RESULTADO FRESCO Y EQUILIBRADO
Más allá del mortero, hay pequeños trucos que suman sin complicarte la vida. Uno de ellos es enfriar previamente las verduras en la nevera, para que la sopa no necesite tanto hielo ni agua añadida. También ayuda usar pan del día anterior bien hidratado, si te gusta con algo de cuerpo. De este modo logras un gazpacho frío, denso en sabor y muy ligero al beberlo.
El momento de servir también influye en la sensación final del plato, aunque parezca un detalle menor. Si lo llevas a la mesa en vasos pequeños, bien fríos, y ofreces trocitos de verduras aparte, cada persona ajusta la textura a su gusto. Un buen aceite de oliva crudo al final realza todos los matices. Al combinar estos gestos, convertirás una receta simple en tu sello personal del verano.










