Cada diciembre repetimos el ritual, cena de empresa, risas, copas… y móviles a pleno rendimiento captando cada momento. Pero, ¿te has parado a pensar qué pasa con esas fotos cuando vuelan a WhatsApp o a las redes? ¿O quién puede acabar viendo un vídeo que hoy te hace gracia y mañana no tanto? En la era digital, lo que subes deja de ser tuyo en segundos y con el deepfakes el panorama no pinta nada bien.
Las cenas navideñas siempre han tenido ese punto de desmadre que después se convierte en anécdota. Pero ahora, además de las anécdotas, también se han convertido en material sensible para tu reputación digital. Lo que hoy parece una broma puede convertirse mañana en un problema laboral, y no es exageración, ya ha pasado y la AEPD lleva años advirtiéndolo.
Y por si no fuera suficiente con las fotos y vídeos habituales, ahora llega un nuevo invitado a la fiesta, los deepfakes. Una tecnología capaz de manipular tu cara y tu voz con un realismo que da vértigo, y que empieza a colarse en entrevistas laborales y fraudes. El cóctel perfecto para que la cena de Navidad ya no sea solo una cena, sino una potencial bomba digital.
Deepkafes: Fotos inocentes en las cenas de empresas… hasta que dejan de serlo

En cuestión de segundos, una foto que parecía divertida puede estar circulando por grupos que ni siquiera conoces. Y eso, en el contexto laboral, puede tener consecuencias más serias de lo que imaginamos. La AEPD recuerda que subir imágenes de compañeros sin su permiso no es solo una falta de educación, puede convertirse en un problema legal que afecte directamente al trabajo de esa persona. No importa si la intención era buena; una vez publicada, la difusión escapa totalmente a tu control.
Además, la reputación digital pesa cada vez más. Da igual que tu perfil sea privado: lo que compartes puede viajar más lejos de lo que crees. Un comentario desafortunado, una pose extraña o simplemente aparecer en el momento equivocado puede quedar registrado para siempre. Y aunque lo elimines al día siguiente, puede haber capturas, reenvíos y copias que ya no podrás detener. En un entorno en el que la imagen se ha convertido en un dato personal más, la prudencia es casi una obligación.
Deepfakes: cuando el peligro ya ni siquiera depende de ti

Si lo de las fotos ya complica bastante la ecuación, la aparición de los deepfakes multiplica los riesgos. Esta tecnología permite imitar tu cara y tu voz con un realismo casi perfecto, y empieza a usarse en entrevistas online, fraudes y hasta suplantaciones internas. En Estados Unidos el FBI ya alertó del aumento de candidatos falsos que se presentaban a entrevistas con identidades manipuladas. No es ciencia ficción, es presente, y tarde o temprano llegará con fuerza a España.
El problema es que cada vez son más fáciles de crear y más difíciles de detectar. Y eso abre un nuevo escenario en el que tu imagen puede ser usada sin que tú hayas hecho absolutamente nada. Un vídeo manipulado puede circular como si fuera real, comprometer tu reputación o incluso ponerte en entredicho delante de tu empresa. Los expertos avisan de que esta tecnología avanza más rápido que las herramientas que intentan detectarla, así que el escepticismo y el sentido común se han vuelto imprescindibles.
Cuando una cena “inocente” acaba en multa, despido… o algo peor

Las consecuencias de un descuido en una cena de empresa ya no se quedan solo en la vergüenza del lunes. Hay casos reales de sanciones de miles de euros a empresas por difundir imágenes sin permiso. Incluso trabajadores despedidos por comportamientos inapropiados registrados durante estos eventos. Lo que ocurre en una cena navideña de empresa no se queda en la cena, sigue siendo un acto vinculado al entorno laboral, y así lo han reconocido los tribunales.
Además, enviar fotos por WhatsApp a grupos del trabajo también puede meterte en problemas si aparece alguien que no quiere estar ahí. Muchas veces creemos que es “solo una broma”, pero para otra persona puede ser una invasión de su intimidad o una exposición innecesaria. Entre redes sociales, móviles y grupos interminables, perder el control de una imagen es cuestión de un clic. Por eso cada vez más empresas recomiendan prudencia y recuerdan que el consentimiento no es opcional, es obligatorio.
Finalmente, las cenas de Navidad están para disfrutarlas, no para convertirse en un campo minado digital. No se trata de vivir con miedo, sino de entender que lo que compartimos puede tener consecuencias que no imaginamos en ese momento de euforia y desconexión. Si alguna vez dudaste antes de pulsar “subir”, probablemente hiciste bien.







