Ni Formentera ni las Cíes: la isla de Alicante donde el agua en octubre sigue caliente y la playa es solo para ti

El secreto mejor guardado del Mediterráneo para alargar el verano. Un paraíso sin multitudes donde el agua está más cálida que en agosto.

Ni Formentera ni las Cíes: la isla de Alicante donde el agua en octubre sigue caliente y la playa es solo para ti es el secreto que los alicantinos guardan con más recelo. Cuando el resto de la costa empieza a sacar la ropa de entretiempo, este pequeño paraíso vive una segunda juventud, un verano íntimo y dorado. Es un lugar donde el tiempo se detiene, y la luz dorada del otoño transforma la isla en un refugio de paz casi irreal. ¿Te atreves a descubrirlo cuando todos los demás ya se han ido?

La experiencia de visitar este rincón de la provincia de Alicante en esta época del año es radicalmente distinta a cualquier otra escapada. Olvídate de buscar sitio para la toalla o de hacer colas para comer. En octubre, la isla se despoja del bullicio estival y te muestra su verdadera alma, su esencia marinera y tranquila. Aquí, el único sonido que escucharás será el de las olas rompiendo suavemente en la orilla, una banda sonora que te reinicia por dentro y te reconcilia con el mundo.

EL VIAJE QUE TE DESCONECTA DEL MUNDO

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Todo empieza en el barco que zarpa desde Santa Pola o la propia ciudad de Alicante. Es una breve travesía de apenas media hora, pero el efecto es inmediato. A medida que la costa se aleja, dejas atrás no solo la tierra firme, sino también el ruido, las prisas y el estrés. El Mediterráneo te envuelve con su calma, y sientes cómo las preocupaciones de la rutina se van quedando en la estela del barco. Es el prólogo perfecto para una desconexión total, un reseteo mental que tu cuerpo te agradecerá.

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El primer avistamiento de la isla es un momento mágico. Desde la cubierta, mientras la brisa marina te acaricia la cara, ves surgir del mar una pequeña silueta fortificada, como un espejismo. No es una isla cualquiera; es la única habitada de toda la Comunidad Valenciana y la más pequeña de España. Conforme te acercas a este tesoro de Alicante, la silueta amurallada de la isla aparece en el horizonte como una promesa de paz y de aventura a partes iguales. Ya sabes que no vas a un lugar cualquiera.

UN PUEBLO DE PIRATAS DETENIDO EN EL TIEMPO

Al desembarcar y atravesar la puerta de la muralla, la sensación es la de entrar en otra dimensión. Las calles sin asfaltar, las casitas bajas de colores y las redes de pesca secándose al sol te reciben. Es un pueblo con una historia fascinante, refugio de piratas berberiscos y hogar de familias de pescadores genoveses. Esta escapada a la costa te permite cruzar sus murallas es como viajar a una época de corsarios y pescadores, donde la vida transcurría a otro ritmo, mucho más humano y sosegado.

Aquí no hay semáforos, ni grandes edificios, ni el ruido del tráfico. La isla es tan pequeña que se recorre a pie en poco tiempo, pero invita a pasearla sin prisa, descubriendo cada uno de sus rincones. Es el lugar perfecto para perderse por sus callejuelas y sentir la autenticidad de un lugar que ha sabido preservar su esencia. En este rincón de Alicante, la ausencia de coches y el ritmo pausado de sus gentes te obligan a bajar las revoluciones y a conectar con lo verdaderamente importante.

EL SECRETO MEJOR GUARDADO: EL AGUA EN OCTUBRE

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Y entonces llegas a la playa. Lo que encuentras en octubre supera cualquier expectativa. Las aguas de Tabarca, que forman parte de la primera reserva marina declarada en España, lucen en otoño con una transparencia espectacular, de un azul turquesa que hipnotiza. En este paraíso alicantino, el agua conserva el calor acumulado durante todo el verano y te recibe con una calidez inesperada, invitándote a darte el que, probablemente, será el mejor baño del año. Un auténtico lujo.

Pero lo más increíble no es solo la temperatura del agua, sino la soledad. Las playas, que en agosto son un hervidero de gente, ahora son para ti. Puedes nadar, bucear entre la posidonia y los peces, o simplemente tumbarte en la orilla sin que nadie te moleste. Este tesoro alicantino te ofrece algo único. Y es que aquí, en la isla de Alicante, tienes tramos de playa para ti solo, un lujo impensable en pleno agosto que te hace sentir el auténtico dueño de un paraíso privado.

MÁS ALLÁ DE LA TOALLA: EL SABOR DE LA ISLA

La experiencia en Tabarca no estaría completa sin sentarse en una de sus terrazas frente al mar para disfrutar de su gastronomía. La isla es famosa por su caldero, un arroz meloso de pescado de roca que es pura esencia mediterránea. Comer aquí, con la brisa del mar y el sonido de las olas, es mucho más que alimentarse. En estas aguas alicantinas, probar su famoso caldero es entender el alma marinera de la isla en un solo plato, un sabor que se queda grabado en la memoria para siempre.

Tras la comida, la mejor opción es seguir explorando. Más allá del núcleo urbano, un sendero te lleva hasta el faro, atravesando un paisaje casi desértico que contrasta con el azul intenso del mar. Es un paseo que te llena de energía y te permite admirar la belleza salvaje de este islote. Es la guinda a una jornada en la millor terreta del món. En el fondo, pasear sin rumbo por sus callejuelas y caminos es la mejor forma de descubrir sus rincones secretos y de sentir que formas parte de este lugar único.

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EL ÚLTIMO ATARDECER DEL VERANO

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Si tienes la suerte de quedarte hasta que zarpa el último barco, o incluso de pasar la noche, serás testigo de otro de los grandes espectáculos de la isla. El sol cayendo sobre el mar, tiñendo el cielo de naranjas, rosas y violetas, es una imagen que justifica por sí sola el viaje. En ese momento, con la isla vaciándose y la calma apoderándose de todo, entiendes la magia de Alicante. En esta isla alicantina, el atardecer tiñe el cielo y el mar de colores imposibles, regalándote una postal imborrable.

Cuando finalmente vuelves al barco, te llevas contigo mucho más que unas fotos bonitas. Te llevas la arena en los pies, el sabor a sal en la piel y, sobre todo, una sensación de paz que perdura durante días. La isla de Alicante es uno de esos lugares que te marcan, un refugio que te demuestra que no hace falta irse muy lejos para encontrar el paraíso. Al final de la jornada en el Mediterráneo alicantino, te llevas la certeza de que el paraíso no es un lugar, sino un instante de paz absoluta.

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