Especial 20 Aniversario

La receta de la tortilla de patatas que no lleva cebolla: el debate que divide a España

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Pocos platos definen la identidad de un país como la tortilla de patatas. Es mucho más que una simple receta; es un símbolo, un punto de encuentro, una bandera gastronómica que ondea en cada hogar y en cada barra de bar. Pero bajo su apariencia dorada y humilde se esconde una de las grandes grietas que dividen a España, una guerra civil culinaria que se libra en silencio en millones de cocinas. Este debate, que parece trivial, ya que es en realidad una declaración de principios que se libra en cada cocina y barra de bar de España, es el eterno dilema: ¿con o sin cebolla? La respuesta a esa pregunta te define, te posiciona y, a menudo, te enfrenta a amigos y familiares.

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La trinchera está clara y no admite neutrales. O eres de un bando o eres del otro. Para los defensores de la pureza, de la receta canónica que ensalza la trinidad del huevo, la patata y el aceite, la cebolla es un sacrilegio. La consideran un ingrediente invasor que contamina y enmascara el sabor auténtico del plato. En cambio, para la legión de «concebollistas», la vida sin ella es simplemente más sosa. Para ellos, una tortilla de patatas sin la jugosidad y el dulzor que aporta este bulbo es un plato incompleto. La receta perfecta no existe, pues la cebolla es un intruso que enmascara y adultera el equilibrio sagrado entre el huevo y la patata, un añadido que desvirtúa la esencia del manjar.

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AL FINAL, ES MUCHO MÁS QUE UNA RECETA

Fuente Propia

Al final de toda esta discusión, de argumentos, de bandos y de trincheras culinarias, llegamos a una conclusión tranquilizadora: no hay una verdad absoluta. La mejor tortilla de patatas es, casi siempre, la que hacía tu madre o tu abuela, la que te recuerda a tu infancia, la que compartes con tus amigos en una terraza al sol. Es un plato que apela directamente a la memoria emocional, y contra eso no hay debate que valga. Es un símbolo de nuestra cultura, porque el verdadero valor de este plato no reside en sus ingredientes, sino en su capacidad para unir a la gente alrededor de una mesa, un catalizador de buenos momentos y conversaciones.

Quizás, en el fondo, nos encanta este debate porque nos define y nos permite expresar una parte de lo que somos de una forma inofensiva y apasionada. Sea con cebolla o sin ella, mazacote o líquida, lo cierto es que la tortilla de patatas seguirá siendo la reina indiscutible de nuestra gastronomía, un plato humilde y a la vez majestuoso que nos representa mejor que ningún otro. Porque al final, lo que nos une no es cómo la hacemos, sino el placer de compartirla. Y eso, por suerte, es algo en lo que todos, absolutamente todos, estamos de acuerdo.

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