Especial 20 Aniversario

El secreto de los italianos para una salsa boloñesa que derrite corazones

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Preparar una buena salsa boloñesa es el sueño de muchos aficionados a la cocina en España, esa quimera que buscamos replicar en casa para acompañar una pasta digna de aplauso o unas patatas de escándalo. A menudo, nos encontramos con salsas que resultan demasiado ácidas o aguadas, que no tienen esa densidad y profundidad de sabor que recordamos de los restaurantes italianos auténticos o de las recetas de la abuela. Existe, sin embargo, un ‘truco’ que los cocineros transalpinos guardan celosamente, un pequeño gesto que puede transformar por completo el resultado y elevar nuestra humilde boloñesa a la categoría de obra maestra.

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Este secreto no es especialmente complicado ni requiere ingredientes exóticos, pero marca una diferencia abismal en la textura y, sobre todo, en el equilibrio de sabores de la salsa final. Hablamos de incorporar un elemento inesperado en una fase temprana de la cocción, algo que a primera vista podría parecer fuera de lugar en una receta de carne y tomate, pero cuya función es clave para mitigar la acidez inherente a los productos del tomate y aportar una cremosidad sutil sin enmascarar el resto de los ingredientes. Es un matiz que, una vez descubierto, se convierte en un paso imprescindible.

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MANOS A LA OBRA: INCORPORANDO EL ELIXIR EN TU BOLOÑESA

Fuente: Freepik

Para aplicar este secreto en nuestra propia cocina y conseguir esa salsa boloñesa que «derrite corazones», el momento clave es, como hemos dicho, después de que la carne picada esté bien dorada y el sofrito de cebolla, zanahoria y apio esté tierno y aromático. Una vez alcanzado este punto, y antes de incorporar cualquier líquido como vino o el tomate triturado, se añade la cantidad de leche entera deseada. Es preferible empezar con una cantidad modesta, quizás unos 150-200 ml para un kilo de carne, y ajustar en futuras preparaciones.

Se remueve bien para que la leche se integre con la carne y las verduras, y se sube ligeramente el fuego para que comience a hervir suavemente. Lo crucial es tener paciencia y dejar que la leche se cocine y se reduzca casi por completo, hasta que apenas quede líquido visible en el fondo de la cazuela. Este proceso asegura que las grasas y las proteínas de la leche hayan tenido tiempo de actuar sobre la base del sofrito y la carne, sentando las bases para una boloñesa equilibrada y deliciosa antes de dar paso al tomate y al largo guiso que culminará la salsa.

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