Especial 20 Aniversario

El secreto de los italianos para una salsa boloñesa que derrite corazones

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Preparar una buena salsa boloñesa es el sueño de muchos aficionados a la cocina en España, esa quimera que buscamos replicar en casa para acompañar una pasta digna de aplauso o unas patatas de escándalo. A menudo, nos encontramos con salsas que resultan demasiado ácidas o aguadas, que no tienen esa densidad y profundidad de sabor que recordamos de los restaurantes italianos auténticos o de las recetas de la abuela. Existe, sin embargo, un ‘truco’ que los cocineros transalpinos guardan celosamente, un pequeño gesto que puede transformar por completo el resultado y elevar nuestra humilde boloñesa a la categoría de obra maestra.

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Este secreto no es especialmente complicado ni requiere ingredientes exóticos, pero marca una diferencia abismal en la textura y, sobre todo, en el equilibrio de sabores de la salsa final. Hablamos de incorporar un elemento inesperado en una fase temprana de la cocción, algo que a primera vista podría parecer fuera de lugar en una receta de carne y tomate, pero cuya función es clave para mitigar la acidez inherente a los productos del tomate y aportar una cremosidad sutil sin enmascarar el resto de los ingredientes. Es un matiz que, una vez descubierto, se convierte en un paso imprescindible.

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LA QUIMERA DE LA BOLONESA PERFECTA EN EL PLATO CASERO

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La imagen mental de una auténtica salsa boloñesa nos transporta a un guiso lento, con la carne desmenuzada integrada en una base de tomate rica y concentrada, con ese sofrito aromático de verduras que es el alma de la receta. Sin embargo, la realidad en muchas cocinas domésticas dista de este ideal; las salsas a veces quedan líquidas, con el sabor del tomate crudo predominando en exceso o esa molesta sensación picante en la lengua que delata una acidez descontrolada. Alcanzar esa textura melosa y ese sabor profundo y redondo parece a veces misión imposible, a pesar de seguir al pie de la letra las instrucciones de las recetas.

Los libros de cocina y los tutoriales de internet ofrecen innumerables variantes y consejos, desde el tipo de carne picada ideal hasta la importancia del vino tinto, pasando por el tiempo de cocción mínimo que debe tener la salsa. Pero a menudo se omite un paso fundamental, un ‘secreto’ que, aunque sencillo, requiere comprender un poco la química de los alimentos para apreciar su valor real en la elaboración de una boloñesa que realmente merezca la pena el esfuerzo y el tiempo dedicados, alejándose de las versiones industriales o apresuradas.

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