Especial 20 Aniversario

El ingrediente que los cordobeses añaden al salmorejo para lograr una cremosidad y color sorprendentes

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El salmorejo es una de esas joyas de la gastronomía andaluza que, a pesar de su aparente sencillez, esconde matices y secretos que marcan la diferencia entre un plato correcto y una experiencia sublime. Su éxito reside en la calidad de los ingredientes y en la técnica de emulsionado, pero los cocineros más inquietos de Córdoba, la cuna de esta crema fría, han descubierto que un añadido inesperado puede llevarlo a una dimensión superior en términos de cremosidad y color. Hablamos de un ingrediente humilde, común en cualquier cocina, pero revolucionario en este contexto.

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La tradición es sagrada, sí, y la receta clásica del salmorejo (tomate, pan, aceite de oliva virgen extra, ajo, vinagre y sal) es intocable en su esencia, pero la evolución culinaria a menudo nace de la curiosidad y la experimentación. Buscar la perfección implica a veces mirar más allá de lo obvio, incorporar elementos que, sin desvirtuar el plato, potencien sus mejores cualidades. Existe un «truco» que circula entre fogones cordobeses, un añadido sutil pero poderoso, capaz de transformar la textura y la apariencia del salmorejo dotándolo de una untuosidad y un brillo que sorprenden. La respuesta no está en técnicas complejas, sino en un producto natural que aporta propiedades inesperadas.

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¿CÓMO Y POR QUÉ AÑADEN LA MANZANA AL SALMOREJO LOS EXPERTOS CORDOBESES?

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La clave para integrar la manzana Golden en la receta del salmorejo sin que su presencia sea evidente o domine el conjunto es, fundamentalmente, la moderación en la cantidad. No se trata de añadir una manzana entera por cada kilo de tomates, lo que resultaría en una crema demasiado afrutada y dulce, sino de incorporar una porción pequeña y calculada. Generalmente, se utiliza un trozo, quizás un cuarto o medio ejemplar para una cantidad generosa de salmorejo (dos o tres kilos de tomate), pelada y sin corazón. Esta porción se añade al principio del proceso de triturado, junto con los tomates y el ajo, para que se integre por completo y sus compuestos se liberen uniformemente desde el inicio, facilitando la emulsión posterior con el aceite y el pan.

Esta técnica, que pudo nacer como una experimentación audaz en algunas cocinas cordobesas, ha ido ganando adeptos entre profesionales de la restauración y aficionados por igual al constatar sus resultados. Lejos de considerarse una desviación de la tradición, muchos la ven como una evolución lógica y sensata que mejora palpable y consistentemente la calidad del salmorejo. Reconocen que, al incorporar la manzana de esta forma sutil, obtienen una crema con una cremosidad y estabilidad superiores, un color más vibrante y un equilibrio de sabores más complejo y agradable. Es un testimonio de cómo la tradición y la innovación pueden fusionarse para perfeccionar iconos gastronómicos, demostrando que incluso las recetas más arraigadas tienen margen para la mejora a través del ingenio culinario.

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