Cuando llega el calor, hay un sonido que anuncia el verano en casi cualquier rincón de España: el inconfundible campanilleo del carrito de helados. Pero este dulce no es solo una tentación estacional. Según la Asociación Española de Fabricantes de Helados, cada español consume de media unos siete litros al año, con picos evidentes entre junio y agosto.
El helado se ha colado en nuestra dieta con una naturalidad asombrosa. Desde el clásico cucurucho de vainilla hasta las versiones artesanas de autor, nadie se resiste a su encanto. Sin embargo, ante tanta devoción, surge una duda que ya se ha instalado como un clásico del verano: ¿es posible disfrutarlo sin poner en riesgo nuestra salud?