Nuevamente, el rey emérito Juan Carlos I vuelve a estar en el centro de los titulares, esta vez por su estado de salud mental. Varios expertos y voces autorizadas del ámbito aristocrático y mediático coincidieron recientemente en un mismo diagnóstico no oficial pero inquietante.
Han indicado que, aparentemente, Juan Carlos I estaría atravesando un claro deterioro cognitivo, con signos de senilidad que, lejos de ser inocuos, podrían representar un riesgo mayor por la posición institucional, aunque simbólica, que aún conserva.
4Letizia y el contraste con la vieja guardia

En las declaraciones de Lorenzo de Medici para Informalia también se tocó un punto sensible que involucra a la reina Letizia: el contraste generacional y simbólico entre la reina y sus predecesores. «Creo que no ha cuajado del todo con el protocolo de la Casa Real y no me parece alguien cercano a la gente como sí me resulta la reina Sofía, que es una reina por los cuatro costados», señaló. Sin embargo, Medici también admitió la necesidad de renovarse: «Me parece bien que los Borbones renueven su dinastía con otras personas».
De fondo, estas declaraciones encierran una verdad incómoda para la Casa Real: el linaje Borbón arrastraría problemas históricos de consanguinidad que podrían haber repercutido en sus descendientes. En este contexto, la entrada de Letizia a la familia representa una especie de “rescate genético” que busca modernizar y reforzar la figura de la monarquía frente a una opinión pública que suele ser mucho más crítica actualmente.
Por su parte, el emérito Juan Carlos I cumplirá 88 años el 5 de enero, si su estado de salud se lo permite. Mientras tanto, la Casa Real debería cuestionarse si seguir sosteniendo una imagen pública que podría estar alterando la realidad, o si ha llegado el momento de hablar con honestidad, aunque eso implique admitir que el rey emérito Juan Carlos I ya no esté, aparentemente, en condiciones de representar ni de proteger el status que una vez tuvo y la figura que una vez fue.