A menudo damos por hecho que nuestros riñones funcionan como un reloj suizo. Sin embargo, este par de órganos discretos y silenciosos trabajan sin descanso para filtrar desechos, regular la presión arterial y mantener en equilibrio los minerales esenciales del cuerpo. Lo sorprendente es que muchos de los problemas renales no aparecen de un día para otro, sino que se desarrollan lentamente, a menudo como consecuencia de consumir ciertos alimentos.
Así lo explica el médico nefrólogo Gabriel Lapman, autor del libro “Más zapatillas, menos pastillas”, quien advierte que la enfermedad renal crónica raramente camina sola: suele ser la secuela de otras patologías que, en gran medida, se originan en el plato. Y lo más preocupante es que ciertos alimentos comunes —esos que muchas veces consideramos prácticos e inofensivos— pueden convertirse en los enemigos silenciosos de nuestros riñones.
3Carne en exceso: cuando el exceso de proteína se vuelve un castigo para el cuerpo

La carne roja ocupa un lugar protagónico en la dieta de millones de personas. Es sabrosa, rica en hierro y una fuente importante de proteínas. Sin embargo, como todo en la vida, el exceso puede resultar perjudicial, especialmente para quienes buscan preservar la salud renal.
“Consumir demasiada carne roja o proteína animal genera un alto nivel de ácido en la sangre”, explica el Dr. Gabriel Lapman. “Y son los riñones los encargados de eliminar ese ácido. Si la carga es constante, el desgaste es inevitable”.
Este proceso, conocido como acidosis metabólica, es una de las complicaciones más comunes en personas con enfermedad renal. La revista Nutrients publicó una investigación que señala cómo una dieta alta en proteínas acelera el avance de esta condición, mientras que una alimentación moderada puede ralentizarla considerablemente.
La clave, según los especialistas, no está en eliminar por completo la carne, sino en buscar un equilibrio. Incorporar más fuentes vegetales de proteína —como legumbres, tofu o frutos secos— y disminuir el tamaño de las porciones cárnicas puede reducir significativamente la carga sobre los riñones. Y aunque no lo parezca, elegir el alimento correcto en cada comida puede convertirse en un acto de amor propio. Porque cuidar los riñones no se trata de seguir una dieta estricta, sino de aprender a escuchar lo que el cuerpo necesita de verdad.