Cada vez más investigaciones apuntan a que ciertos alimentos tienen el poder de influir no solo en nuestro cuerpo, sino también en nuestra mente. Desde las funciones más básicas hasta los recuerdos más preciados, lo que incorporamos a nuestro plato puede marcar una diferencia real en la salud cerebral a largo plazo.
En este contexto, un protagonista inesperado emerge con fuerza: las nueces. Pequeñas, crujientes y accesibles, estas semillas se posicionan como un alimento clave en la prevención del deterioro cognitivo. ¿Qué hay detrás de este hallazgo? ¿Qué dice realmente la ciencia? Y, sobre todo, ¿cómo podés aprovecharlo en tu día a día?
2La clave está en la rutina: cuántas nueces consumir y cómo hacerlo
Uno de los secretos mejor guardados por las personas que alcanzan edades avanzadas con una memoria intacta no está en un suplemento milagroso ni en costosos tratamientos. Está en su rutina. Y más precisamente, en su plato.
La dieta MIND —una combinación de la dieta mediterránea y la DASH, diseñada especialmente para proteger la salud cerebral— sugiere consumir al menos cinco porciones de frutos secos por semana, priorizando las nueces por su perfil nutricional. Una porción equivale a un puñado, es decir, entre 25 y 30 gramos.
Este sencillo hábito puede tener beneficios visibles incluso en la juventud. Una investigación publicada en 2025 reveló que adultos jóvenes que incluyeron nueces en su desayuno recordaron mejor información seis horas después, en comparación con quienes no las consumieron. El alimento no solo impacta en el largo plazo, sino que puede mejorar el rendimiento cognitivo casi de inmediato.
Eso sí, los especialistas aclaran que no se trata de comer un puñado un día y olvidarse el resto de la semana. La constancia es clave. Incorporar nueces como parte de una rutina diaria, sin caer en excesos, es lo que hace la diferencia a nivel cerebral.
