5G, salud ambiental y personas afectadas de intolerancia a campos electromagnéticos

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Las asociaciones de pacientes alertan de que las personas electrosensibles ven vulnerados sus derechos fundamentales: a la salud, a la vivienda, a la atención médica. Si viven en Canadá, como David, podrán recibir un diagnóstico y adaptar su puesto de trabajo, entre otras posibilidades. El despliegue del 5G va a poner las vidas de muchas personas en el mundo en una situación aún más desesperada

La 5ª generación de redes móviles (5G) llega con la promesa de “cambiarnos la vida” a través del “internet de las cosas”, aumentando la velocidad de conexión y multiplicando exponencialmente el número de dispositivos conectados. Todo estará siempre interconectado, desde vehículos, dispositivos electrónicos domésticos (la lavadora o la alarma) y el mobiliario urbano, incluyendo las personas. Los beneficios prometidos van desde vehículos autónomos hasta intervenciones quirúrgicas tele-asistidas y la revolución del trabajo agrícola a través de sensores instalados en los campos de cultivo. Para obtenerlos es necesaria la instalación de miles de millones de antenas (small cells) cada 100 metros en ciudades y pueblos, a escasos metros de los hogares, emitiendo permanentemente a gran intensidad para lograr la penetración en el interior de los edificios. Miles de nuevos satélites serán lanzados al espacio para proporcionar conectividad en zonas rurales y remotas; solo para poder descargarse una película en cuestión de segundos, por ejemplo. Cabe preguntarse si la promesa de una conectividad inalámbrica continua en todos los rincones del planeta es biocompatible y sostenible.

La experiencia histórica con innovaciones tecnológicas a menudo muestra un patrón de efectos destructivos en los ecosistemas y la salud de las personas, que ha conducido a la crisis socio-ambiental actual. Concretamente, la investigación sobre los efectos biológicos de las tecnologías inalámbricas antecesoras (2G, 3G y 4G) ha constatado una relación inequívoca entre la exposición a esta energía y graves daños a los seres vivos (microorganismos, plantas, insectos, aves y otros animales, y seres humanos). A la contaminación electromagnética existente se va a sumar ahora la derivada de la tecnología 5G, que usa unas frecuencias y niveles de pulsaciones mucho más biológicamente activos. Toda esta infraestructura se va a desplegar sin hacer pruebas de seguridad biológica e ignorando los llamamientos de cientos de científicos pidiendo a la Unión Europea y a la OMS una moratoria. Para el colectivo de personas que ya han desarrollado intolerancia a este tipo de radiación electromagnética, el despliegue del 5G supone una amenaza directa para su vida y la violación de sus derechos fundamentales

La historia de David
Hace ya más de una década, cuando estaba escribiendo su tesis doctoral en Canadá, David empezó a sentir una serie de síntomas como tendinitis en la mano y brazo izquierdos, dificultades para concentrarse, dolor de cabeza, enrojecimiento de la cara y ardor en el pecho. Desaparecían cuando se alejaba del ordenador portátil y tocaba la guitarra al final de la jornada, y desconcertaban a su médico, quién sugirió como causa el estrés. Pero en las siguientes semanas y meses, los síntomas se intensificaron y se añadieron otros, dolor generalizado y contracturas musculares, palpitaciones, insomnio, fatiga física y cognitiva, irritabilidad, sequedad de mucosas, tinnitus, náuseas, desorientación. Ocurría no solo cuando trabajaba en casa con el ordenador portátil sino especialmente cuando estaba en zonas con WiFi, cerca de gente con teléfonos móviles, de antenas de telefonía o líneas de alta tensión. Asociaciones de afectados con similar cuadro multi-sintomático le sugirieron adquirir un dosímetro para medir campos electromagnéticos (CEM) a los que estaba expuesto. Así comprobó que había una relación entre el CEM más elevado (donde estaba el disco duro del portátil) y la inflamación en los tendones de la mano izquierda, así como entre la exposición a radiación inalámbrica de antenas y móviles y la intensificación de su sintomatología incapacitante.

Especialistas en medicina interna le diagnosticaron intolerancia a CEM, también denominada electrohipersensibilidad (EHS) y le aconsejaron hacer control ambiental particularmente en su vivienda y lugar de trabajo, evitando, en la medida de lo posible, la exposición a radiación electromagnética.

La Electrohipersensibilidad es una discapacidad que requiere medidas de accesibilidad
Según la OMS, la EHS es una respuesta biológica de intolerancia, muy debilitante, que presentan algunas personas que experimentan efectos de salud adversos cuando se exponen a radiación electromagnética a niveles muy por debajo de los umbrales legales de exposición establecidos. Afecta a hombres y mujeres de todas las edades, incluidos niños y jóvenes. Algunas personas presentan solo uno o dos síntomas mientras otras presentan muchos dependiendo de la habilidad de su sistema inmune de responder a este tipo de radiación.

Se trata de una discapacidad inducida por el medio ambiente y requiere de medidas de accesibilidad: zonas blancas libres de radiación electromagnética, que permitan la plena participación e integración social de las personas afectadas. Ha sido reconocida como discapacidad en Suecia (2000), EEUU (2002) y Canadá (2007). En estos países, un diagnóstico médico de EHS permite a las personas afectadas adaptar hospitales, escuelas y lugares de trabajo. Algunas instituciones han dado un paso al frente para ayudar a las personas con EHS y han atenuado el WiFi para que funcione solo a un 16% u optado por cablear. Hay bibliotecas y supermercados que ofrecen un día a la semana libre de WiFi y algunos restaurantes y hoteles han empezado a ofrecer oportunidades “digital detox” para sus clientes.

David tuvo suerte de conseguir un diagnóstico médico y la adaptación de su lugar de trabajo en la universidad (en su oficina y aulas), y continúa trabajando como profesor en una universidad canadiense.

La situación de las personas electrohipersensibles
Muchas personas en España no tienen acceso a un diagnóstico por falta de médicos formados y carecen de la atención médica necesaria, avocados a una situación de extrema vulnerabilidad. Actualmente tampoco existen zonas blancas (libres de contaminación electromagnética) designadas para que las personas EHS puedan vivir, e incluso David vive en una caravana para poder moverse a zonas más seguras. Cuando la gente desarrolla EHS están en una situación de “desahucio radioeléctrico”, ya que en la mayoría de los casos no pueden seguir en sus viviendas

Como sociedad, se necesita trabajar juntos para crear estas zonas blancas y zonas con bajos niveles de contaminación electromagnética donde las personas con EHS puedan tener un lugar seguro donde vivir, desarrollar un proyecto vital y prosperar. Esto puede conseguirse con la sustitución de las tecnologías inalámbricas por fibra óptica y el uso del internet por cable. Las adaptaciones para proporcionar accesibilidad, no es algo que deba hacerse por buena voluntad, sino que es un derecho de las personas con discapacidad, protegido por legislación internacional.

Es urgente que la Administración asuma su responsabilidad de aplicar el principio de precaución en el despliegue de tecnologías cuya inocuidad para la salud pública y el medio ambiente no ha sido demostrada, así como de atender a los afectados por electrohipersensibilidad, una enfermedad y discapacidad inducidas por un medio ambiente inaccesible debido a la presencia ubicua de radiación electromagnética. Y el despliegue del 5G sin las debidas garantías de inocuidad es un caso de producción de discapacidad consciente y criminal.

Fuente Comunicae

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