Si el viernes por la mañana salía a la luz el demoledor calvario de Cazorla' (el asturiano lleva más de dos años luchando por recuperarse de una lesión de tobillo) tan solo cuatro horas después se confirmaba que Rafa Nadal se retiraba prematuramente de París-Bercy. Tobillo y rodilla. Rodilla y tobillo. El orden de los factores no altera un producto que, en esta tesitura, es cuanto menos desolador.
Las innumerables cicatrices de Cazorla ejemplifican la naturalidad de todo deportista. Las lesiones son inesperadas, sino díganselo a Cech. En octubre de 2006 en pleno Reading vs Chelsea, la rodilla de Stephen Hunt podría haber acabado en un silencioso abrir y cerrar de ojos con la vida del guardameta. "Tiene suerte de seguir vivo", confesó José Mourinho en rueda de prensa. Menos mal que el joven y talentoso Fran Sol no padece cáncer. Dicha noticia era la antesala a un sinfín de anécdotas obscenas cuyos protagonistas no merecieron tener dicho final.
En esta tesitura es de obligatoria cumplimiento reflexionar sobre la dificultad de vivir del deporte. Cualquier movimiento puede acabar con una carrera llena de ilusión y, por ende, con la 'vida' de familiares, amigos y seres queridos. Fútbol, baloncesto, motor, tenis, entre otros, están en una coctelera cuanto menos peligrosa donde no hay cura para solventar el mayor hándicap de todo profesional: las lesiones.